jueves, 23 de julio de 2009

Tres Monos


En los cines Golem de Madrid (antes Alphaville), el último reducto del cinéfilo más cultureta y repelente, sobrevive Tres Monos, una película turca descaradamente minoritaria pero de esas que consiguen un boca-oreja envidiable.

Con un argumento que parece extraído de lo mejor del escritor James M. Cain (El cartero siempre llama dos veces, Doble Indemnización, Mildred Pierce), el director Nuri Bilge Ceylan hace algo totalmente diferente a lo que vimos en esos grandes clásicos. La historia de un hombre que paga por el delito de otro a cambio de dinero con consecuencias trágicas en la vida de su mujer y su hijo, es una excusa para un ejercicio de ascetismo, de economía narrativa hasta extremos autistas y de enfermizo cuidado de la imagen (los fotogramas han sido pintados a mano por Ceylan)

No se puede negar la fascinación que produce Tres monos, el acierto de su título (que se basa en la leyenda japonesa de los tres monos de la sabiduría: uno se tapa la boca para no hablar, el otro los ojos para no ver y el último los oídos para no escuchar) y el interesante tour de force visual que propone Ceylan y que le valió el premio al Mejor Director en Cannes 2008.

Pero cabe reprochar a la narración un exceso de frialdad que impide emocionarse del todo con la historia. Ceylan se esfuerza tanto en ser un gran artista que se olvida de transmitir sentimientos. Se le ha comparado con Ingmar Bergman, pero éste tras una apariencia glacial escondía bombas de intensidad atómica. Tres Monos se queda en que la escena se vea muy bonita y muy artística.

miércoles, 15 de julio de 2009

Pagafantas


El cine español ha cogido carrerilla este año en la taquilla con comedias supuestamente adolescentes que ha respaldado el público. Si en Mentiras y gordas se nos proponía una especie de culebrón desmelenado que contenía un retrato generacional presidido por un descerebrado consumismo y la ausencia de ninguna meta u objetivo vital excepto drogarse y follar todo lo posible, en Fuga de cerebros la propuesta se dulcificaba relativamente mirándose en el espejo de la más idiota comedia americana actual.

Pagafantas supera claramente estos antecedentes. Tomando como referencia la comedia clásica, el director Borja Cobeaga (que fue candidato al Oscar por uno de sus cortometrajes) hace que la chica desencadenante de la trama aparezca en un contenedor de basura, como las heroínas de películas clásicas surgían en los momentos más inesperados, y complique indefinidamente la vida del pagafantas que centra la acción, un Gorka Otxoa que parece haber nacido para interpretar a este personaje.

Con un tempo envidiable, la duración exacta para una gran comedia (80 minutos), un inteligente uso de la elipsis (esas borracheras que no vemos) y con algún error de bulto (la escena de la boda es excesiva por su exagerado ensañamiento con el protagonista), la película avanza entre estupendos “gags” hacia un desternillante final.

En resumen, una buena opción para divertirse en el cine, algo bastante difícil últimamente.

domingo, 5 de julio de 2009

Tetro


“Todas las familias guardan un secreto”. Esta es la frase con la que se promociona la última película de Coppola y que quiere buscar relaciones con su obra maestra El Padrino. Es verdad que en Tetro se habla sobre la familia y en El Padrino también. Se acabaron las coincidencias.

Tetro es una historia sin interés, escrita se diría por un principiante que no sabe nada sobre cine. Es increíble que todo esto haya que aplicarlo a quién dirigió Apocalypse Now o La conversación, pero desde hace años ya sabemos que Don Francis ha perdido toda inspiración cinematográfica y prefiere dedicarse en cuerpo y alma a las bodegas que le han hecho muchomillonario. Juventud sin juventud, su anterior filme, nadie se atrevió a estrenarlo en España.

Las dos horas en blanco y negro se hacen eternas. Entre el desconcierto y la estupefacción, asistimos a situaciones absurdas (ay, esa escena de cabaret con la patética aparición de Carmen Maura) en un Buenos Aires de topicazo barato y con innecesario viaje de postal a la Patagonia final incluido. Los actores hacen lo que pueden, especialmente Maribel Verdú que se esfuerza por dar credibilidad a su personaje pese a su “pronunsiesion” muy de “coach”, mientras Vincent Gallo con la pinta de colgado de siempre anuncia que ésta será su última película. A ver si es verdad.

Y aunque Coppola lo reviste todo de preciosismo formal, con un look chocante de tan cuidado, se vuelve a demostrar que si el contenido no interesa da igual lo bonita que sea la fotografía.

Terminator Salvation


El director de Terminador Salvation se llama McG (casi el nombre de un androide) y ha declarado: “Seguro que Michael Bay la tiene muy grande pero a veces me gusta pensar que yo la tengo más grande que él”. Se trata de toda una declaración de principios y de una frase que sin duda califica por si sola a quién la pronuncia. Si para McG el referente es uno de los peores directores de los últimos siglos, el creador del plano de 30 segundos y de ese horror llamado “Pearl Harbour”, deberíamos prepararnos para lo peor.

Luego resulta que como su obra más conocida,“Los angeles de Charlie”, la película no es tan mala como esperábamos, y él no es tan mal director como Bay (por eso tiene menos éxito), pero en este caso los referentes son los Terminators de James Cameron, y eso son palabras mayores.

En Terminator Salvation es imposible encontrar coherencia de ningún tipo con el resto de películas de la saga, ya que las idas y venidas en el tiempo han creado tal rompecabezas que no hay guionista que lo descifre. En este caso la opción ha sido hacerlo todo más atronador, multiplicar la testosterona y al protagonista por 2 (aquí John Connor casi es un secundario) e intentar que todo sea lo bastante incomprensible para que los seguidores de Terminator no puedan pillar gazapos de importancia.

Brillan algunas escenas de acción y otras (la del campo de minas) parecen salidas del peor Van Damme. En cualquier caso quien vaya a ver una cuarta parte de Terminator dirigida por McG sabe a lo que va. Así que allá vosotros.

viernes, 3 de julio de 2009

Ángeles y Demonios


Mi primer contacto con el universo de Dan Brown ha sido esta película. No he leído El Código Da Vinci ni he visto su adaptación al cine, pero la curiosidad me ha empujado a saber lo que triunfa en la taquilla pre-veraniega y qué han hecho con la novela original el director Ron Howard (ganador del Oscar por Una mente maravillosa) y sus multimillonarios guionistas (Akiva Goldsman y David Koepp)

Ron Howard es mucho mejor en su oficio que Brown y si consiguió elevar a tenso thriller la entrevista que David Frost hizo a Richard Nixon (un acontecimiento que al resto de la humanidad nos importaba un bledo), aquí también logra imágenes impactantes y un espectáculo entretenido partiendo de los materiales de derribo del libro que adapta.

Porque de derribo es la delirante gimkana por Roma de los protagonistas, apoyada aquí y allá por frases y hechos históricos sacados de contexto y por un esquematismo que reduce el significado de algunas obras de arte a un simple juego, a un absurdo código y a una conspiración de sociedades secretas que empujarían a Bernini de nuevo a la tumba si supiese que en la sociedad actual de la desinformación muchos conocerán por primera vez su Éxtasis de Santa Teresa gracias a que Tom Hanks pasaba por allí.

Así, el talento del director choca con lo lamentable de la historia que alcanza cotas indescriptibles en el clímax final cuya acumulación de despropósitos llega al absurdo (la escena del paracaídas sobre la Plaza de San Pedro tomada por hordas que parecen estar asistiendo más a un partido de fútbol que la elección de un nuevo Papa es propia de un desfase de LSD)

En definitiva, Dan Brown aspiraba a crear a un nuevo Sherlock Holmes, pero sus tramas parecen salidas del peor James Bond o del más inverosímil capítulo de Misión Imposible. Nos queda la polémica sobre el daño que se supone estas historias hacen a la iglesia, aunque, como es habitual en Hollywood cuando se acerca al Vaticano, la supuesta crítica inicial queda diluida por la fascinación que generan los rituales de Roma, los hábitos, los sellos y los edificios que acaban conquistando a los escépticos artistas que finalmente muestran de nuevo al Papa como una figura intocable rodeada de un halo de santidad.

Ángeles y Demonios es un espectáculo descerebrado pero distraído, en el que los más perversos disfrutarán analizando los horrores que los cirujanos plásticos han hecho en la cara y el pelo de Tom Hanks, y descubriendo que más que un ataque a la iglesia, parece que a Brown le pagaron desde la Banca Vaticana para hacer un ejercicio de marketing en el que las tradiciones de la jerarquía católica pintan finalmente más vistosas y heroicas que nunca.