miércoles, 24 de marzo de 2010

Acantilado Rojo

El gobierno chino lleva años aleccionando a su población sobre la grandeza de China. Humillada durante el Siglo XX por los europeos y por los japoneses, parece que el Siglo XXI será el de Asia y, sobre todo, el de un país con un curioso (y aterrador) sistema que mezcla capitalismo, comunismo y nacionalismo exacerbado.

Dentro de estos esfuerzos por generar orgullo patriótico y en el mismo año que las olimpiadas, se estrenó Acantilado Rojo con un éxito arrollador. Dos películas de dos horas y media para contar una historia lejana en el tiempo (de esas que se utilizan para no hablar del presente) pero con ingredientes apetecibles para el Gran Hermano toda vez que actúa como fábula sobre la lucha actual para colocarse a la cabeza del mundo frente a enemigos muy poderosos (EEUU)

Ahora llega a España en versión reducida, pero sólo podemos rendirnos ante la maestría de John Woo (de regreso desde Hollywood para la ocasión) para manejar los abundantes medios que le ha proporcionado el régimen y crear una gran película, de belleza indiscutible y que consigue un extraño equilibrio entre la exquisita narración bélica y la descripción de su atractiva galería de personajes.

Woo hizo una carrera brillante en Hong Kong y defraudó algo en América (aunque su Cara a Cara entre Travolta y Cage sea absolutamente magistral), pero ahora toca techo con una obra con la que soñaría cualquier director megalómano en la que él ha cuidado hasta los más mínimos detalles con el objetivo de enganchar a cualquier tipo de público.

viernes, 19 de marzo de 2010

Un Profeta


La media hora inicial de Un Profeta es memorable. Con una capacidad de síntesis envidiable, el director Jacques Audiard nos introduce en un mundo claustrofóbico, agresivo y despiadado de la mano su protagonista. Así comienza su educación criminal en chirona (y fuera) que continuará durante dos horas más (6 años para el “profeta”) en las que hay poco lugar para el humor o para tomar aire.

Este año hemos visto otra película carcelaria premiada. Celda 211 nos proponía un motín y unos personajes supuestamente impactantes. Las comparaciones son odiosas, pero tras ver la salvaje historia de Audiard, Luis Tosar y compañía nos parecen Blancanieves y los siete enanitos.
Tal vez porque su dominio de los tiempos es mayor o, sobre todo, por la magistral manera de filmar del director francés y de cómo transmite con aparente economía de recursos la procesión interior de sus criaturas, el aprendiz y el siniestro profesor, y por lograr algo que consiguen sólo los grandes: la plena identificación del espectador con lo que ve en pantalla, en este caso que se sufra con el padecimiento inicial del joven supuestamente inocente y que se goce con su posterior ascensión en el sistema de clases dentro de la prisión.

Con escenas que se quedan en la retina durante mucho tiempo (el primer asesinato, el intenso primer permiso, el atropello del ciervo, la humillación del líder corso, la muy inquietante última escena), la conclusión final sobre la escasa validez de un sistema penitenciario que actúa más como una universidad criminal poblada de corrupción que como un mecanismo de redención, nos hace retorcernos en la butaca y nos plantea interrogantes que se nos hurtan todos los días desde los desinformativos de la telebasura.

domingo, 14 de marzo de 2010

Una Educación (An Education)


En los años 60, una estudiante inteligente y encantadora (Carey Mulligan) ve cómo sus planes de ir a Oxford y hacer lo que todos esperan de ella puede no ser lo que más le apetezca, sobre todo al conocer a un vividor que le pone en la mano todo lo que gustaría hacer en el futuro, todo lo que pensaba obtener con la universidad y con mucho esfuerzo.

Con este punto de partida, Lone Scherfig, que fue directora del movimiento dogma y que ahora se decanta por una realización de un clasicismo que agradecemos, toma como referencia el tono de una serie excepcional, Mad Men, para retratar la misma época y alguno de los mismos problemas (el papel de la mujer que se rebela contra su rol tradicional)

Con elegancia, con unos diálogos que sugieren mucho más de lo dicen, con un guión brillante, Una Educación lleva el sello de Nick Hornby, que adapta de manera excepcional las memorias de la periodista Lynn Barber demostrando que es uno de los mejores escritores en la actualidad, algo que ya nos quedó claro en dos películas que se basaban en textos suyos: Alta Fidelidad y Un Niño Grande.

Al fin una película que nos devuelve lo mejor del cine. Una historia sencilla pero muy bien contada y unos actores en estado de gracia que nos trasladan a un Londres sesentero para disfrutar y mucho durante dos horas. Lástima que al final pierda algo de su fuerza al optar por un desenlace políticamente correcto, cuando en gran parte de su metraje plantea preguntas incómodas sobre la necesidad y los objetivos de la educación y las diferentes vías para obtenerlos.

jueves, 11 de marzo de 2010

Corazón Rebelde


Lo que cuenta Corazón Rebelde parece que lo hayamos visto ya en mil películas aunque no recordemos el título de ninguna. Un cantante country en decadencia se pasa el día bebiendo, arrastrando su decrepitud, haciendo bolos en garitos infectos y acostándose con borrachas admiradoras que también vivieron tiempos mejores.

Naturalmente en su vida se colará un rayo de esperanza (para eso el cantante está en la tierra de las oportunidades) en este caso en forma de una joven periodista que se lleva el trabajo a la cama. Todo esto suena a Estrenos TV. Y poco más es este drama musical que lleva la firma de un director desconocido e inexperto (antes actor en películas de tercera) que maneja la historia con una corrección cercana a la mediocridad.

Sin embargo, Corazón Rebelde se ha llevado dos Oscars ¿Y eso?. Jeff Bridges al leer el guión debió dar saltos de alegría: Su personaje se pasa la película abrazado a la botella, vomitando, comiendo basura y exhibiendo patetismo. Además canta, toca la guitarra y enseña una barriga gigantesca. El viejo zorro sabía que esto era Oscar seguro y más cuando la academia se lo debía tras 4 candidaturas. De nada sirve que Jeremy Renner o Colin Firth nos hayan impresionado con personajes bastante más complejos. Este era el año de Jeff.

Junto a él, Maggie Gyllenhaal, que empezó haciendo de sumisa esclava sexual de su jefe (en una extraña película llamada Secretaria) pero que con el tiempo se ha pasado al más agradecido drama de sobremesa; y también Colin Farrel que canta el tema que se ha llevado el Oscar. Y es que este año han triunfado las historias de autosuperación. Esperemos que la moda pase pronto.

lunes, 8 de marzo de 2010

Oscars 2009


Lo mejor
  • Sandra Bullock, recibiendo el razzie a la peor actriz un par de días antes de los Oscars. Otros galardonados no tuvieron tanto sentido del humor y no aparecieron: Transformers 2 la peor película, Jonas Brothers los peores actores y Paris Hilton lo peor de la década. Premios absolutamente merecidos.

  • Los más elegantes: Helen Miren, Kate Winslet, Penélope Cruz, Meryl Streep, Jake Gyllenhaal, Peter Saasgard y Diane Kruger (inexplicablemente no candidata al Oscar por Malditos Bastardos)

  • El gag de Ben Stiller hablando en na’vi… En el recuerdo cada vez parece más absurdo todo el universo de Avatar, aunque hayamos disfrutado viéndola.

  • La extraña pareja presentando el mejor vestuario: El relamido y sofisticado diseñador y ahora director Tom Ford junto al adefesio Sarah Jessica Parker.

  • El agradable homenaje al cine de terror aunque en el vídeo se colase junto a Psicosis, Alien y El Resplandor nada menos que Crepúsculo…

  • La tremenda aparición de Demi Moore, 20 años más joven que Demi Moore hace 20 años. Mejor spot de la cirugía estética, imposible.

  • El triunfo de El secreto de sus ojos leído por Almodóvar. Siempre se agradece un premio para una gran película aunque eso signifique el ninguneo para La cinta blanca, lo mejor del año y que debería haber acaparado candidaturas y Oscars.

  • El fin de fiesta con Bigelow (En tierra hostil) recogiendo su premio de manos de una fantasmagórica Barbra Streissand. Al menos queda un resquicio para que la barraca de feria (Avatar) no sea más valorada entre los profesionales que una buena historia excelentemente contada. Aunque no pueda competir en taquilla.

Lo peor


  • Los excesos de la alfombra roja: Los pelos de Carey Mulligan, Almodóvar, Downey Jr. y Zach Efron, las barbas de Antonio Banderas y la cara de loca de Melanie, el momento Heidi de Bullock, el floripondio de Tom Ford, la momia acompañante de James Cameron, el vestido de faralaes de Vera Farmiga, el moño de Mo’nique, la novia falsa de Clooney, Morgan Freeman mascando chicle, preguntas y respuestas intrascendentes, las risas locas de Tarantino.

  • El fracaso de los presentadores por culpa de un mal guión, el peor en muchos años.

  • El nuevo triunfo de Up sobre la grandísima Los mundos de Coraline, qué aburrimiento, qué previsible, qué empalago.

  • El horror de meter como presentadores a Hannah Montana y demás ídolos juveniles sin futuro para conseguir audiencia a cualquier precio frente a la presencia testimonial de Lauren Bacall (Oscar honorífico).

  • El homenaje injustificado a John Hughes frente a la presencia testimonial de Roger Corman (Oscar honorífico)

  • Los descafeinados números musicales, contrastando claramente con los del año pasado.

  • Las caritas y muecas de George Clooney.

  • La pedrea para Malditos Bastardos, mientras campan en el palmarés mediocridades como Precious o Corazón rebelde ¿Para cuándo justicia con Tarantino?

viernes, 5 de marzo de 2010

Precious


Pocas películas ejemplifican tan bien el divorcio entre la crítica y el público como ésta. Mientras arrasaba en los premios otorgados por los espectadores de festivales de medio mundo (desde Sundance a San Sebastián), la crítica parecía mirarla por encima del hombro.

La verdad es que motivos hay. La historia de autosuperación de Precious Jones está producida por Oprah Winfrey, la reina de la telebasura americana, la Mercedes Milá yanki. En el reparto encontramos nada menos que a Mariah Carey sin afeitarse el bigote creyendo que por eso y por no maquillarse ya es una gran actriz. Y nos echamos a temblar al leer un argumento presidido por violaciones incestuosas, adicción a la comida y maltrato doméstico.

El director podría haber optado por un dramón salvaje como al parecer es la novela en la que se basa. También podría haberle dado un punto de humor negrísimo tipo Todd Solondz. Pero se ha decidido por algo más próximo a una película de sobremesa, dulcificando en parte el tremendo punto de partida, dejando respirar al espectador con las fantasías de la protagonista y con un final ¿feliz?

La opción es respetable pero nos deja algo fríos. Afortunadamente por allí hay dos actrices en estado de gracia, porque ésta es una película de actrices. Por un lado, Gabourey Sibide le da el punto justo a un personaje complicado. Y Mo’nique es una de las cabronas más grandes vistas en la pantalla, una madre maltratadora, egoísta y salvaje que nos petrifica en el asiento. Para ella es el Oscar. Y se lo merece.

jueves, 4 de marzo de 2010

En tierra hostil


La Guerra de Irak ha generado un buen puñado de películas de desigual calidad pero algunas para recordar (Redacted, o Jarhead). Ahora Kathryn Bigelow retoma el tema, una directora que según un actor es “una top model fuera del set y una sargento dentro de él”

Bigelow estuvo casada meses con James Cameron y se nota que ambos adoran todo lo militar. Tal vez se ponían el uniforme para echar un polvo, o puede que su fetichismo se limite exclusivamente a las películas que hacen. Cameron supera ampliamente en curriculum a su ex, pero en los próximos Oscars se puede dar la vuelta a la tortilla.

Porque una directora hasta ahora más bien mediocre, con películas que desperdiciaban excelentes puntos de partida (por ejemplo, Días extraños o Le llaman Bodhi), ha logrado una de las visiones más marcianas y abstractas que sobre la guerra se han visto en el cine, irritando por igual a los que le exigían una condena firme del conflicto como a los defensores de la invasión.

La historia de William James (sensacional Jeremy Renner, que debería ganar el Oscar aunque por desgracia tiene pocas posibilidades teniendo enfrente a momios como Bridges, Clooney o Freeman) es un adicto al riesgo que llega a Bagdad dispuesto a desactivar bombas y que se encontrará con un auténtico infierno en la tierra.

Angustiosa (esa espectacular escena en el desierto, en la que la amenaza no es más que un punto en el horizonte resulta aterradora), con un dominio de la narración y del ritmo deslumbrantes, Bigelow nos muestra una pesadilla muy real magistralmente dirigida y que deja en nada la pirotecnia de Avatar a la que el próximo domingo, esperemos, dará un baño de humildad que se recordará mucho tiempo.¿O no?