martes, 27 de abril de 2010

El Escritor


Roman Polanski ha estado de actualidad en los últimos meses por el arresto domiciliario que sufre en Suiza. Al fin la violación de la que fue acusado hace más de 30 años tenía consecuencias, aunque todo ese extraño suceso nunca haya estado muy claro, él no haya vuelto a reincidir y la presunta víctima le haya perdonado.

No es extraño que una persona con semejantes episodios en su biografía, que también incluye el terrible asesinato de Sharon Tate por una secta satánica, se haya convertido en un experto analista de la amenaza y de la angustia. Todo esto ya estaba en El quimérico inquilino y en dos de las películas más inquietantes de la historia: Repulsión y La semilla del diablo. Incluso una inicialmente idílica relación de pareja era convertida en una insoportable experiencia traumática en la magistral Lunas de Hiel.

Polanski fue reivindicado, tras tremendas decepciones en la segunda mitad de los 90 como el horror de La novena puerta, por los Oscars y por Cannes gracias a El Pianista. Si bien el regreso al horror nazi aportaba poco a priori, la visión claustrofóbica del gueto de Varsovia nos devolvía a lo mejor de su autor. Y tras desconcertarnos con Oliver Twist llega El Escritor.

Con un comienzo amable y sosegado, el clima opresivo va in crescendo aunque aparentemente en la pantalla no suceda nada amenazador. La isla a la que viaja el protagonista se convierte poco a poco en una cárcel. Y el thriller fluye con una sencillez que sólo puede ser obra de un gran maestro. El enfrentamiento McGregor-Wilkinson, el viaje de ida y vuelta en el Bmw o ese sensacional final nos dejan clavados en la butaca. Con una película así, Polanski merece la absolución. Por favor, que siga rodando.

martes, 20 de abril de 2010

Ciudad de Vida y Muerte

La segunda superproducción china que se ha estrenado en un mes resulta ser, al contrario que Acantilado rojo, una relativa decepción sobre todo tras haber leído todo lo que se escribió sobre ella por su premio en el Festival de San Sebastián. La concha de oro no es un galardón muy fiable teniendo en cuenta las basuras que jalonan el palmarés donostiarra a lo largo de los años, pero parecía que esta vez la decisión del jurado era aplaudida por crítica y público.

Sin duda Ciudad de vida y muerte impacta, sobre todo porque nos cuenta una matanza más o menos desconocida en occidente: la perpetrada por tropas japonesas en la ciudad de Nanking, capital provisional de China, entre 1937 y 1938. Sus imágenes intentan llevarse la palma a las más bestias, con mucha muerte y poca vida. En un descarnado blanco y negro, pasamos de una matanza a otra, de una violación múltiple al asesinato a sangre fría de una niña.

Todo resulta excesivo, la brutalidad satura, hasta el nazi que aparece es una hermanita de la caridad comparado con los salvajes japoneses. La paranoica locura del tiránico y censor gobierno chino considera sorprendentemente que los humaniza en exceso (¿?) por lo que ha prohibido la película (¡!)

Maniquea, a pesar de sus esfuerzos por disfrazarse de lo contrario, toda la película es un ajuste de cuentas seguramente justificado con los asesinos de más de 300.000 personas. Un documento de la barbarie y la sinrazón, pero que a nivel cinematográfico está lejos del mejor cine antibélico que prefiere sugerir antes que mostrar. Que los japoneses fueron muy malos ya nos lo habían contado mejor otras veces.

martes, 13 de abril de 2010

Soul Kitchen


Fatih Akim venía de dirigir dos desmelados melodramas que se cuentan entre lo mejor del cine europeo de la década: Contra la pared y Al otro lado. Ahora ha decidido pasarse a la comedia con irregulares resultados.

El cine de Akim es desmedido, histriónico, en sus tramas y en sus personajes, en la puesta en escena y en el movimiento de la cámara. A Soul Kitchen no le sienta nada bien tanto exceso y se echa en falta un guión más sólido. La historia avanza con gags desconcertantes y situaciones demenciales. Como siempre sucede con su director, hay mucho alcohol y sexo (esta vez algo menos…) y actores sobreactuados. Pero lo que le dio buenos resultados en el melodrama no termina de funcionar aquí, abusa de escenas deslavazadas, incoherencias argumentales y cierta desgana en la manera de rodar.

El conjunto puede irritar o divertir, dependiendo del estado de ánimo. Esperamos con ansiedad la película que cerrará la trilogía abierta por sus dos primeros y multipremiados filmes, e incluso ese documental que ha rodado en EEUU titulado “Basura en el jardín del Edén”. La tragedia se le da muy bien…

sábado, 10 de abril de 2010

Lourdes


Pocas películas pueden presumir de una ambigüedad tan calculada como la de Lourdes. Quienes esperen un ataque frontal al negocio de los santuarios no lo van a encontrar. Quienes busquen reafirmar sus ideas religiosas tampoco.

La historia de Christine (interpretada por una sensacional y adorable Sylvie Testud), una enferma que acude en peregrinación al lugar donde la Virgen María se apareció a Bernadette, es seca, fría, heladora. Tiene un aire de documental lejano a los personajes a los que describe. Con otras intenciones la película podría haber sido un brutal melodrama, un filme de sobremesa o una apología del catolicismo o del ateísmo.

Sin embargo, Jessica Hausner prefiere diseccionar con habilidad quirúrgica las dudas que se plantean sobre los milagros: Si son realmente milagros o curaciones transitorias, qué parte hay de autosugestión, por qué precisamente son esas personas las beneficiarias de la gracia mariana, dónde está Dios cuando el sufrimiento se apodera de nosotros o de las personas a las que queremos.

Muchas preguntas y pocas respuestas nos da Hausner, dejando abiertas muchas lecturas, todas igual de sugestivas. Árida, pero a ratos apasionante, nadie interesado por el motivo que sea en la religión católica debería dejar de ver Lourdes.