miércoles, 19 de octubre de 2011

Contagio

A Steven Soderbergh siempre le ha gustado ser el más listo de la clase y esto lo traduce en jugar al desconcierto, cambiando constantemente de género, de presupuesto y de resultados con films que van desde Ocean’s Eleven o Erin Brockovich a marcianadas como Full Frontal.

Ahora sus aspiraciones son muy altas. Los parecidos de Contagio con su película más premiada, Traffic, son evidentes. Tras la crisis mundial (y posterior escándalo por la alarma ¿injustificada?) que supuso la Gripe A, el director se propone diseccionar los mecanismos de transmisión de un virus altamente contagioso en pleno siglo XXI y cómo occidente podría reaccionar ante una avalancha de muertes y pánico desconocidos en el primer mundo desde hace mucho tiempo. Todo ello cerca del rigor documentado y lejos de las paranoias apocalípticas del cine de terror.

La brillantez de la primera hora es desarmante. Con un pulso envidiable nos introduce en todos los frentes de la situación de emergencia (las autoridades, los medios de comunicación, los investigadores, las víctimas). El problema es que después todos parecemos estar exhaustos, empezando por el propio narrador, y las ambiciones de abarcar demasiado acaban desbordadas. En especial se resiente la descripción del pánico, que queda desdibujada ante la frialdad científica que preside el desenlace.

El reparto es deslumbrante, pero descuellan una sensacional Gwyneth Paltrow (que pide a gritos papeles dignos de su talento que le llegan con cuentagotas) , clave en el relato, y que preside los planos de inicio y de fin de la película; y Kate Winslet, quizá la mejor actriz de su generación, capaz de sobrecogernos con un par de miradas o esa terrible llamada desde la habitación del hotel.

Y el mayor merito de Soderbergh: Salimos de la sala aterrorizados ante la posibilidad de tocar el pomo de una puerta o rascarnos la nariz, como Howard Hughes. Avisados quedáis.

jueves, 13 de octubre de 2011

Nader y Simin, una separación

Los telediarios nos dan una imagen hermética de Irán. Una sociedad integrista e intolerante comandada por fanáticos. Por eso es muy interesante acercarse a una película como esta que, lejos del cine contemplativo que suele llegar desde esas latitudes, nos da una visión interna de lo que realmente sucede en Teherán.

La historia comienza con la separación de una pareja pero, lejos de proponernos un drama matrimonial, el director nos sumerge en la catarata de acontecimientos que surgen tras este divorcio: Una explosiva mezcla de conflictos surrealistas, jurídicos, religiosos y de conciencia que se producen tras un suceso en casa del protagonista, que nos lleva a un desarrollo de cine “de juicios” pero juicios iraníes en la antípodas de lo que solemos ver en las películas americanas.

Con infinita inteligencia, Asghar Farhadi nos propone más de un punto de vista, y nos muestra a unos personajes que no son ni buenos ni malos, sino victimas de sus circunstancias, su sociedad y su educación. Mientras, el espectador asiste estupefacto a la deriva que toma la vida del protagonista, un buen hombre que provoca en un momento de ira justificada una auténtica desgracia a su alrededor cuyas consecuencias se ramifican una y otra vez como en una pesadilla.

Ganadora de todos los premios imaginables en el último Festival de Berlín, no hay que fijarse ni en el horrible cartel ni en un título tan poco atractivo (que parece elegido por el peor enemigo del productor para que nadie vaya a verla). Merece la pena acercarse a la historia de Nader y Simin, que nos ayuda a comprender un poco lo que sucede en un pais para nosotros tan marciano.

domingo, 9 de octubre de 2011

El árbol de la vida

La Palma de Oro en Cannes llegó casi por aclamación para Terrence Malick, que con sólo 5 películas es adorado por la crítica pese a que al público no parezcan gustarle tanto sus propuestas.

El caso mas sonado es éste. Estrenada en multicines y con un cartel que explota al máximo el reclamo de Brad Pitt, atrajo a pokeros y juanis de extrarradio que salen huyendo a la media hora espantados ante las esteticistas imágenes y la sospecha de tener que realizar algún tipo de esfuerzo intelectual. Inmediatamente ponen a caldo el filme en su Facebook.

Y es que Malick nunca lo ha puesto fácil. Si en sus inicios Días del cielo y Malas tierras fueron carne de sala alternativa pese a tener líneas narrativas más o menos convencionales, el regreso tras muchos años de retiro fue La delgada línea roja, alegato antibelicista con toques de anuncio de Timotei (esos columpios y melenas al viento…), que provocó bostezos por doquier entre los no avisados.

Ahora, la reflexión filosófica sobre de dónde venimos y adónde vamos adopta un tono decididamente ambicioso, de obra cumbre, de película total. Media hora para contar cómo nació el mundo y la vida, dos hora para contar por qué Sean Penn tiene un trauma infantil. Nadie puede exigirle prisas a quién decide que cada imagen sea una cuidada lección de cine, que cada gesto nos lleve a una sensación de nuestra vida, que ese padre autoritario nos asuste y le odiemos casi tanto como su hijo, que percibamos suave pero implacablemente cómo la ingenuidad y felicidad de la infancia se tornan poco a poco en el descubrimiento de las miserias humanas, las envidias, la frustración, la infelicidad.

Porque si lo que quieres es droga dura para las neuronas, una aventura tonta o una acción desmadrada no debes ver El árbol de la vida. Sólo si te interesa el cine con mayúsculas, el de gran ambición y grandes resultados, el de imágenes bellísimas, el que busca provocar sensaciones y remover el interior, sólo entonces disfrutaras plenamente de ella. Y eso a pesar de esa playa new age del final…

martes, 27 de septiembre de 2011

La boda de mi mejor amiga (Bridesmaids)

El sleeper de este verano ha sido esta versión femenina de Resacón en Las Vegas que propone una comedia gamberra que utiliza algunos de los elementos de su modelo:

  • La boda como máxima aspiración, la búsqueda del Grial en forma de amor verdadero para una de las protagonistas, a la que ya casi se le ha pasado el arroz.
  • La amiga friki que esconde algunos secretos y que intenta ser el catalizador de muchos de los gags propuestos.
  • Humor más salvaje del habitual, alejándose a miles de kilómetros de los pastelones románticos de Jennifer López.

Sin embargo, las cabezas pensantes han hecho algunas variaciones para adaptarse al nuevo “target”(eminentemente femenino):

  • La envidia como eje y desencadenante de la trama frente a la obsesión masculina por el sexo que reinaba en Las Vegas.
  • Las paranoias con el ejercicio, la dieta, los vestidos, la “canción favorita”, todo lo que puede divertir al publico objetivo se explota al máximo.

El proyecto, respaldado por Judd Apatow, el gran innovador de la comedia en lo que llevamos de Siglo XXI, y capitaneado por una Kristen Wiig que ya se postula para los Oscars, se pasa de repetitivo (ojo, el doblaje es infecto), pero provoca risas e incluso carcajadas. Aunque, por supuesto, les gustará más a ellas pese a todos los topicazos sexistas…

No habrá paz para los malvados

A Enrique Urbizu le encantan los ambientes turbios de los bares cutres de tragaperras siniestras, cubatas baratos y rayas furtivas en el baño, de los puticlubs de carretera y de los personajes fracasados que buscan consuelo en el alcohol o en el sexo de pago. Desde su ya lejano debut en Todo por la pasta hasta este último y rimbombante titulo, los temas se repiten aunque con calidad dispar.

Si su mejor película hasta la fecha es La Caja 507, en No habrá paz para los malvados se propone un tour de force de originalidad, con un thriller que juega a sugerir más que a mostrar y a exigir al espectador que interprete lo que ve sin darle demasiadas explicaciones.

La jugada le sale mal, ya que lo que quiere ser original se convierte en aburrido, confuso y falto de interés. Sólo la fuerza de José Coronado y de un arranque poderoso se salvan de la quema en un metraje excesivo lleno de personajes desdibujados y absolutamente prescindibles.

martes, 6 de septiembre de 2011

La piel que habito

Qué pena que la omnipresencia mediática de Almodóvar finalmente haya casi desvelado la totalidad de los secretos de La piel que habito. La mejor manera de verla sería no conocer nada sobre su argumento y dejarse sorprender por su historia y por esos personajes atormentados que convergen en una casa de Toledo.

El deseo y sus inesperadas leyes llevan a un cirujano plástico (sensacional y muy contenido Banderas) a sentirse atraído por su experimento (tras ver a Elena Anaya, no parece que ninguna otra actriz hubiese podido enfrentarse a este personaje) aunque el pasado de ambos marca, y de qué manera, su relación.


Aunque se base en una novela de terror, yo no veo ni rastro de este género. Mucho menos ecos de Argento y el giallo como se ha publicado por ahí. El director, en un giro radical, abandona por completo las secuencias humorísticas que rompen el ritmo de muchas de sus películas y se lanza a un melodrama desaforado, uno de los más salvajes que se han visto, con una historia de amor realmente extrema de esas que sólo se atreve a contar él.


Con un estilo más depurado pero con diseño marca de la casa, La piel que habito no es apta para los detractores del manchego. Su tremenda personalidad está aquí más fuerte que nunca y abandona todas las concesiones a la comedia que le hacen reconciliarse a veces con sus críticos más feroces. Marciana como pocas, original como ninguna, o te gusta o la odias, no hay término medio. Y a mí me gusta.

martes, 28 de junio de 2011

Hanna

Después de Orgullo y Prejuicio y Expiación, el director Joe Wright ha querido huir del cine de época (empezó dirigiendo series históricas en la BBC). Primero se estrelló con El solista y ahora quiere ser el más malote del grupo con esta macarrada llamada Hanna,

Con música de The Chemical Brothers y una historia que juega a cruzar Bourne con un cómic gamberro, la historia nos traslada del Ártico a Alemania pasando por Marruecos (y, ojo, con escala en España) en un thriller turístico, alucinógeno y fallido que, sin embargo, mantiene cierto interés.

Es fallido porque, lejos de las altas y rompedoras aspiraciones que tiene el autor, su indigesto cruce de referencias desde James Bond a Tarantino se convierte en un espectáculo desconcertante y a veces ridículo que en ningún momento le señala como un director realmente original, que es lo que pretendía.


Y mantiene cierto interés porque pasan tantas cosas que es casi imposible aburrirse y porque Cate-me-he-tragado-un-palo Blanchett repite papel de zorrón desalmado y probablemente frígido que tan bien se le da (su personaje se llama nada menos que Marissa Wiegler y con ese nombre sólo puede ser malísima). Además el reparto se completa con Eric Bana y Saoirse Ronan como los buenos.

No hay que perderse ese momentazo español rodado en Marruecos con un paupérrimo cuadro flamenco alucinando a las dos niñas guiris y con dos macarras medio analfabetos seduciendo a las cultas adolescentes extranjeras. Como es habitual, España cutre y tercermundista, vista por el cine americano como si fuese un país más de África.

martes, 14 de junio de 2011

Insidious

El cine de casas encantadas tiene algunos de sus hitos en Amytiville (inolvidable esa familia que abandona precipitadamente su hogar en medio de una explosión de horrores) y, especialmente, en The Haunting de Robert Wise, sometida hace unos años a un vergonzante remake con Catherine Bipolar-Jones.

Poltergeist nos marcó en los 80, con esa extraña mezcla de terror, surrealismo y empalago familiar. Este parece ser, junto a El Exorcista, el modelo de Insidious. Modelo al menos en la narración, de un clasicismo ejemplar. El comienzo nos lleva a una inquietante casa en la que se desarrolla el planteamiento. Mucha sugerencia, drama familiar y una angustia que va in-crescendo ayudada por una excelente fotografía en tonos apagados, que fomenta la sensación de claustrofobia, y una música altamente efectiva.

La segunda parte da un giro para meternos en la atracción de feria, con apariciones y una movida sesión espiritista de por medio. La inteligencia del director y su maestría en el género se demuestra en su control del histrionismo y de las imágenes inquietantes (esa vieja…), y en el sensacional final, de esos imprescindibles para redondear un gran filme de terror.James Wan también dirigió Saw, y allí demostró que más allá de una temática impactante, era capaz de dominar los tiempos y mantener al público clavado en la butaca. En Insidious conserva intacto todo su talento y genera escenas de esas que se quedan grabadas para siempre en la retina del espectador para reaparecer en sus pesadillas.

Año Bisiesto


Los amantes del cine extremo tienen un cita irrechazable con Año Bisiesto. Rodada por un australiano afincado en México y ganadora de la Cámara de Oro (mejor opera prima) en Cannes 2010, la historia de soledad de una mujer que vive aislada de su entorno y que únicamente se relaciona con el exterior buscando sexo rápido e insatisfactorio, es una de las apuestas más radicales vistas últimamente.

La protagonista, Mónica del Carmen (alucinante nombre para una actriz) lo da todo, al menos físicamente. Otra cosa es que su interpretación sea satisfactoria teniendo en cuenta la complejidad de lo que se quiere contar y la exigencia de una cámara que rueda la rutina diaria de forma inmisericorde con los actores y con el espectador.

La primera parte es una sucesión de planos de ella comiendo, masturbándose, hablando por teléfono y comiendo otra vez. Dependiendo del día esto se puede considerar claustrofóbico o irritante. Si se consiguen aguantar esos 40 minutos, lo que viene después quizá sea más interesante, una relación autodestructiva, masoquista y hasta cierto punto incomprensible.

Relacionada íntimamente con algunas salvajadas que de vez en cuando llegan de Asia, es difícil recomendar algo así. Sólo para aficionados a rarezas y con paciencia para contemplar vidas insólitas.

jueves, 2 de junio de 2011

Medianoche en París

Ya es tradición que en España se escriba que la última película de Woody Allen es muy buena frente a la mediocridad de su reciente filmografía. El problema es que eso también se dijo de la anterior. ¿Tal vez porque Jaume Roures es productor de sus últimos títulos?

Con Allen vivimos el día de la marmota. No sólo porque sus películas se parecen mucho las unas a las otras sino porque siempre leemos las mismas críticas y porque se repiten los llenos absolutos en la Plaza de los Cubos (los gafapastas son incondicionales). ¿Hay para tanto?
El problema de Woody está en su repetición temática, en su continuo mirarse el ombligo. En su día esto fue novedoso y fresco pero, 40 años después, aburre. En Medianoche en París su protagonista es un Owen Wilson (por cierto ¿qué le pasa en la nariz?) que imita al director y que interpreta a un guionista brillante, inseguro, que vive a todo trapo, tiene novia rica, se mueve en París en Mercedes, vive en un hotel de cinco estrellas y lleva en el bolsillo muchos billetes de 100€. En un momento dado, retrocede a los años 20 pero no para visitar chabolas ni los arrabales y miseria de la capital francesa, sino para codearse en fiestas de lujo con Scott Fitzgerald y Picasso.

Entretanto, varios diálogos ingeniosos, alguna idea interesante, un reparto de relumbrón, Carla Bruni poniendo caritas y muchas postales bonitas de París (el comienzo es un sonrojante spot turístico). ¿Hay para tanto?. Definitivamente no, pero vista la cartelera, tomada por piratas cutres y superhéroes hormonados, es de lo poco potable para ver ahora mismo.

domingo, 22 de mayo de 2011

Sin Identidad

Jaume Collet-Serra ha sido el primer director español en conseguir el número 1 en la taquilla americana, aunque en sus películas haya poco de español y mucho de director que conoce las reglas del juego del mercado. En Sin Identidad retoma el argumento de un tipo de cine que muchos añoramos: Cortina Rasgada, Con la muerte en los talones o El Premio. Personas atrapadas en sofisticadas redes conspirativas en amenazantes países extranjeros.

Y este punto de partida, las referencias que maneja y un impecable acabado técnico son sin duda lo mejor de la película. Con un comienzo deslumbrante, siembra demasiadas promesas que el guión no sabe resolver. La segunda parte se acerca a la frustración que nos produjo el Frenético de Polanski, cuyo inquietante planteamiento acababa convertido en un convencional producto de acción.Entre los aciertos, elegir la maravillosa Berlín como telón de fondo. Y entre las decepciones, un Liam Neeson demasiado ajado para ser héroe de acción y una January Jones cuyo hieratismo es apropiado para su papel de Mad Men pero que aquí es una inexpresiva esfinge que inquieta poco o nada.

sábado, 14 de mayo de 2011

El Sicario de Dios

Otra vez los vampiros. La pasión por ellos sólo es igualada por la que despiertan los superhéroes de la Marvel. Ahora, entre True Blood y la saga Crepúsculo tenemos chupasangres para rato. Y nos faltaba El sicario de Dios, que parece querer iniciar otra saga con un final más que abierto que sugiere una segunda parte inmediata.

El argumento suena a ya visto u oído. En un mundo de oscuridad los vampiros han perdido una guerra y se han retirado a lejanas madrigueras. Gobierna un extraño clero, fanático y violento, que puede recordar a la Edad Media. Una chica es secuestrada y su hermano inicia una peligrosa búsqueda.

Como vemos, las cruzadas y Centauros del desierto se encuentran en una historia sin demasiadas pretensiones y que, quizá por eso, entretiene más que otras. Un buen reparto, un ritmo en su punto justo (dura hora y media y no le sobra ni le falta ni un minuto), unos bichos conseguidos, exceso de ordenador (hasta los actores parecen generados por algún software), y un clímax final con tren y mamporros ideal para una tarde palomitera.

lunes, 9 de mayo de 2011

Tokio Blues

Haruki Murakami es un escritor de culto, superventas y fan de Isabel Coixet (y ella fan de él). Todo esto es imprescindible que lo sepa quien quiera aproximarse a su universo. Si odias a Coixet probablemente no deberías leerle. Tampoco es apropiado en estados de fuerte depresión, ya que tal vez te empuje al suicidio.

Sus libros enganchan, están bien escritos y se parecen unos a otros en sus personajes solitarios que se conocen en circunstancias difíciles y entablan conversaciones casi de confesionario. El tiempo dirá si su obra perdura o si simplemente ha sabido dar en el clavo de las preocupaciones de una generación determinada.

Ahora llega la primera adaptación al cine y curiosamente no la ha realizado un japonés sino un vietnamita afincado en Francia (los gabachos han visto claro el business de sus millones de fans). Es Tran Anh Hung, cuyo Olor de la papaya verde nos descubrió en los 90 que el cine contemplativo no era patrimonio exclusivo de Irán.


La traslación de Norwegian Wood (el título lo cambió en España el editor por Tokio Blues) resuelve con la voz en off algunos pasajes, mientras opta por un fuerte lenguaje visual especialmente en la segunda parte. Las imágenes son muy hermosas, pero la morosidad en la narración (casi se tarda más en ver la película que en leer el libro) es un lastre casi insalvable para los no aficionados a la observación de naturalezas muertas.


Por lo demás, Murakami en estado puro: Mucho sexo y mucha depresión. Mejor llevarse el Prozac para tomarlo de postre.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Incendios

De Canadá llega uno de las películas más interesantes e impactantes que hemos visto en 2011. Derrotada en los Oscars (¡cuántas injusticias este año!) por En un mundo mejor, Incendios nos sumerge en los conflictos de Oriente Medio a partir de la investigación que realiza una mujer tras la muerte de su madre.

Lejos del discurso maniqueo o del docudrama de tesis, aquí nos encontramos con una historia absorbente, apasionante, casi detectivesca, que consigue que olvidemos lo rocambolesco de su desenlace gracias a un excelente in crescendo dramático y a un director que maneja con mano de hierro un rompecabezas lleno de trágicas paradojas y terribles casualidades.
Con un nivel técnico excepcional, Incendios nos recuerda que no es necesario aburrir ni adoctrinar para reflexionar sobre determinados conflictos, y se sitúa en la órbita de otras grandes películas como El Polvorín, Before the rain o En tierra de nadie, sólidos dramas, bien narrados y a la vez excepcionales testimonios de las guerras de los Balcanes o Palestina.

jueves, 28 de abril de 2011

Inside Job

Otra injusticia en los Oscars: El premio al Mejor Documental para Inside Job frente a Exit Through the Gift Shop. Mientras esta última era un excelente y sofisticado artefacto que planteaba muchos e inteligentes interrogantes sobre el mercado del arte y sus miembros, la ganadora es un tedioso ejercicio de explicación de la crisis financiera que seguimos sufriendo.

Como en un Barrio Sésamo económico, Charles Ferguson se esfuerza por exponer con claridad lo que ya se ha contado muchas veces (y mejor) en otros documentales e incluso en los telediarios. La burbuja creada a partir de productos derivados, alimentada por la codicia de banqueros y empresarios, etc etc. Y todo con una música chan chan chan de fondo, la narración de Matt Damon que parece estar retransmitiendo un funeral, unos gráficos en rojo pasión más apropiados para un Powerpoint que para una película y una sucesión de fragmentos de entrevistas seleccionados para apoyar la tesis del director.

Hay unos malos malísimos que son, por orden de aparición: Reagan, Greenspan, Bush padre, Bush hijo, profesores de Harvard, de Columbia (¿Por qué no sale Princeton?), Bernanke, y hasta Barack Obama. Todo esto ya lo sabíamos antes de ver el documental pero nos surgen las siguientes preguntas:


  • Mientras los malos hacían tantos desastres ¿Dónde estaban los buenos? ¿O tal vez los buenos no existen?


  • ¿Qué medios de comunicación anticiparon el desastre? ¿Ninguno? ¿Sólo el señor al que entrevista que escribió un libro que nadie conocía hasta que se hizo este documental?


  • ¿Por qué sale como la buena de la película una ministra francesa? ¿En Francia no ha habido crisis?


  • ¿Qué solución propone el documentalista para el problema bancario? ¿No inyectar dinero público en los bancos y que la gente se quede sin sus ahorros como en la crisis de 1929?


  • ¿Por qué en ningún momento se cita a la superpoblación mundial como una de las causas del momento económico que sufrimos en el que la escasez de recursos genera tensiones constantes?


  • ¿No le sorprende al director que tanto abuso por parte de unos pocos no haya generado ninguna movilización social, ni manifestaciones, ni disturbios… excepto en Francia? ¿La era de las redes sociales sólo genera revoluciones en África donde muy pocos tienen acceso a Internet?


  • ¿Conoce Ferguson lo que ha pasado en España, el país “con el mejor sector financiero del mundo"?

Mucho más divertida Wall Street 2, a pesar de los Oscars.



domingo, 24 de abril de 2011

En un mundo mejor

El cine danés hace tiempo que nos sorprende con temáticas muy diferentes a las tratadas en otras latitudes. Sólo en una sociedad tan avanzada podía surgir el movimiento dogma, películas como Celebración o cineastas como Las Von Trier cuyo Anticristo nos dejó hace poco boquiabiertos por su radicalismo. Seguramente cuando todas las necesidades básicas están cubiertas (con trabajo y esplendorosos estado del bienestar más que asegurados) a uno se le empieza a ir la olla y se plantea problemas psicológicos, sexuales o afectivos inéditos en otros países.

Susanne Bier ha ganado el Oscar a la Mejor Película Extranjera con esta historia sobre un médico cooperante en África que se encuentra con que su hijo que lo tiene todo se enfrenta a problemas de acoso en el colegio y a los que le acarrea un nuevo amiguito que no es tan bueno como aparenta. Como en obras anteriores de la directora, el acabado técnico es brillante, pero se echa de menos que vaya más al grano y acaban saturando tantos frentes abiertos: Las relaciones conflictivas de los padres, el niño traumatizado, la madre muerta de cáncer con un sufrimiento extremo, la guerrilla africana atacando un campamento, el líder sanguinario que abre en canal a las embarazadas…Todo un cóctel tremebundo de dramas, bastante inverosímil que se den todos juntos. La propia realizadora reconoce que la violencia en los colegios no es un problema especialmente grave en Dinamarca, pero parece haber querido buscar algo malo en un lugar en el que es difícil encontrarlo. Y esa conclusión sobre la aparente mayor felicidad de los niños más pobres del mundo frente a la frustración de los más afortunados del planeta es, cuando menos, discutible.

viernes, 22 de abril de 2011

Código Fuente

En este mismo blog se hablaba hace un par de años de Luna (Moon), el debut en la dirección de Duncan Jones, el hijo de David Bowie. Pese a las alabanzas que recibió y al montón de premios en el Festival de Sitges, a quien escribe le había dejado algo frío este regreso a la ciencia ficción de los 70 que parecía un capítulo hinchado de Dimensión Desconocida.

Ahora Hollywood le ha encargado Código Fuente y, sobre un guión ajeno, ha construido una película menos personal, menos pretenciosa pero más lograda, más entretenida y menos aburrida. Con un punto de partido algo absurdo (la explicación que se da sobre el código fuente resulta insatisfactoria e incoherente) se construye sin embargo un relato absorbente e inquietante.



Con referentes tan dispares como Atrapado en el tiempo o Expediente X, Jones nos atrapa, nos angustia y nos tiene hora y media sin parpadear pendientes de ese tren explosivo y de ese protagonista enjaulado en una cápsula que no es lo que parece. Ciencia ficción de la buena, de la que engancha y se queda grabada en la mente por mucho tiempo. Ayudan, y mucho, un Jake Gyllenhaall en su punto y una Vera Farmiga a la que tantas operaciones le han dejado una cara realmente inquietante, muy apropiada para una historia como esta.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Nunca me abandones

Kazuo Ishiguro es un autor japonés afincado en Inglaterra del que ya se adaptó Lo que queda del día. También muy british (pese al origen del escritor) es la historia de Nunca me abandones, que ha dirigido Marck Romaneck, inactivo para el cine (no para los videoclips) tras Retratos de una obsesión. Poco se puede contar del argumento si no se quiere destripar la trama (cosa que por cierto han hecho en algunas críticas). Enmarcada en la ciencia ficción, la película cuenta con elegancia y frialdad cómo tres amigos deben enfrentarse a un futuro desolador. Destinada a ser película de culto (tiene puntos de contacto con otra joya fantástica que en su día pasó demasiado desapercibida, Gattaca), plantea con inteligencia cómo se puede asumir lo más terrible con sumisión si te han educado en ello o cómo la sociedad puede cerrar los ojos ante atrocidades científicas si ve un beneficio en ellas. Gran parte del éxito del resultado se debe a Carey Mulligan y Andrew Garfield, que resuelven con eficacia sus difíciles papeles. Y también está Charlotte Rampling, convertida en una inquietante presencia que borda su siniestro personaje. Sólo un reproche: La inseguridad del director provoca un abuso algo irritante de una azucarada música que llega a empalagar y contrasta demasiado con el desolador desenlace.

domingo, 27 de marzo de 2011

El Rito

Anthony Hopkins ha dicho bastantes veces que dejaba el cine pero, como otros actores que fueron grandes, sigue arrastrándose por productos de segunda, sin que le ofrezcan papeles dignos del talento de quien nos sedujo en El Hombre Elefante, El Silencio de los Corderos, Regresos Howard’s End o Lo que queda del día. Ahora, el director de 1408 (una eficaz adaptación de Stephen King) le mete en la piel de un sacerdote especializado en exorcismos que debe enseñar a un estudiante con problemas de fe cómo se las gasta el demonio. Con el beneplácito del Vaticano y de Paloma Gómez Borrero (que firma la frase que sirve de promoción al film), la historia acaba siendo un Harry Potter en la escuela de exorcismos, con un punto de estampa turística (siniestra) de Roma, con un protagonista muy sobreactuado y con un Colin O’Donoghue (el cura joven) incapaz de transmitir todos los conflictos que supuestamente acechan la conciencia del personaje. Pese a tanto supuesto rigor e inspiración en hechos reales, todo resulta demasiado inverosímil. Tal vez el cine de exorcismos ya lo dijo todo en la imitada y nunca igualada obra maestra de William Friedkin de 1973 y todo lo que ha venido después nos parece una descafeinada copia. Nos queda, eso sí, una de las más insólitas escenas de los últimos tiempos: Un Hopkins-sacerdote semidesnudo observando con pinta de loco la cúpula de San Pedro desde un mirador que abofetea salvajemente a una niña.

jueves, 24 de marzo de 2011

Elizabeth Taylor

El cine perdió a Liz Taylor hace mucho, cuando dejó de hacer películas. Pero al menos sabíamos que estaba ahí, que había sobrevivido a todo, a la fama en su punto máximo, a ser adorada por millones de personas en todo el mundo, a su belleza espectacular, al glamour y al lujo, a las pasiones desatadas, a las adicciones, a los excesos, a la decadencia. Y que apareciese donde apareciese, con el pelo rapado por una operación o con su nuevo y extravagante marido, sus ojos nos iban a impresionar como siempre. Recordemos 10 títulos imprescindibles: Mujercitas (Mervyn LeRoy): Amy fue quizá su primer gran papel tras demasiado tiempo cuidando a Lassie. Con un reparto espectacular, la adaptación de la novela de Louisa May Alcott fue en su día la referencia para millones de jovencitas, algo parecido a lo que es Crepúsculo en la actualidad.



Un lugar en el sol (George Stevens): La historia de una niña pija y mimada que enloquecía al trepa Montgomery Clift fue la primera de las obras maestras en las que participó. Liz estaba deslumbrante en este manual sobre el arribismo, pero en la retina se nos quedó la escena de la barca con Clift y Shelley Winters.














Gigante (George Stevens): Película mayúscula, para verla una y otra vez. Taylor, James Dean y Rock Hudson. Ambiciones, rencores, amores imposibles. Folletín de lujo, melodrama antológico, su grandeza nos deja sin adjetivos
















La gata sobre el tejado de Zinc (Richard Brooks): Aquí se fraguó el icono Taylor. Ardiente y desesperada, trataba de llevar a la cama a un Paul Newman obsesionado por su “amigo” muerto. Maggie es uno de los personajes cumbre de la historia del cine, y sus escenas con Newman son eternas.















De repente, el último verano (Joseph L. Mankiewicz): De nuevo Tennessee Williams, de nuevo la homosexualidad acechando un amor imposible. Ramificaciones psiquiátricas y hasta terroríficas (había incluso caníbales…). Y junto a Liz, Montgomery Clift y Katharine Hepburn. Aunque no haya envejecido del todo bien, merece la pena ser rescatada y recordar que, cuando éramos pequeños, en TVE la ponían una y otra vez.


Una mujer marcada (Daniel Mann): Su primer Oscar llegó con un melodrama mediocre que pareció una compensación por habérselo negado en sus grandes papeles anteriores. Hacía de prostituta y esto era muy escandaloso.










Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz): Apoteosis de la desmesura y ruina de la Fox, pero otra obra maestra de su director. Pese a la pesadilla del rodaje, los problemas sin fin y los caprichos de la diva (le llevaban la comida en avión todos los días desde su restaurante favorito de París), nos queda una larguísima película de esas que se disfrutan y mucho en una tarde de fin de semana.







¿Quién teme a Virginia Woolf? (Mike NIchols): Con 34 años le llegó su segundo Oscar. Vulgar, gorda, alcohólica, malhablada, su Martha será recordada porque se peleaba con el que era su gran amor en la vida real, Richard Burton. Se decía que ella tenía orgasmos sólo con escuchar la portentosa voz del actor inglés. Eso sí que eran chismes sofisticados y no los de Sálvame.







Reflejos en un ojo dorado (John Huston): En su último gran papel, compartía protagonismo nada menos que con Marlon Brando, un atormentado militar que no le hacía demasiado caso, obsesionado por un soldado que ignoraba su existencia. Y además se basaba en una novela de Carson MacCullers, autora a recuperar y a reivindicar.















El espejo roto (Guy Hamilton): Los amantes de los whodoits no podemos dejar de destacar en su filmografía esta adaptación de la novela de Agatha Christie. Es una película menor, pero que rescataba a muchas estrellas que estaban en un retiro absolutamente prematuro. Aquí compartió cartel con Kim Novak, Tony Curtis, Angela Lansbury y Rock Hudson. Sólo por eso, merece ser vista.