Con una presentación a lo grande en Cancún se dio a conocer al mundo la última película sobre zombies (y este año van…) , aunque en este caso sea una comedia. Algunos periodistas viajaron gratis a un todo incluido cortesía de Sony, por lo que no nos extraña la cantidad de publicidad gratuita y los comentarios tan favorables que hemos visto/oído.
Los que no viajamos a Cancún gracias a Sony vemos en esta Tierra de Zombies una película de serie z sin gracia, con un guión defectuoso al que le falta ritmo e interés. Una cagada de un principiante llamado Ruben Fleischer que sin embargo ya prepara una segunda parte tras el éxito de la primera.
Lo más increíble es que hay gente que se parte de risa en el cine viendo las chorradas de Woody Harrelson, Abigail Breslin (ex Pequeña Miss Sunshine decidida a convertirse en estrella trash) y compañía; su inenarrable visita a la mansión de Bill Murray; o ese final en el parque de atracciones en el que ni la acción ni los gags funcionan, ni interesan, ni tienen ningún suspense o gracia.
Reivindicación del orgullo de ser idiota, apología de la comida basura (la búsqueda del personaje de Harrelson, su máxima felicidad en el fin del mundo sería comerse uno de esos pastelillos industriales repletos de grasas saturadas) y finalmente subproducto para públicos con nulo nivel de exigencia, Bienvenidos a Zombieland sería el reverso de la genial Zobies Party, que pintaba una socieddad tan idiotizada que era difícil distinguir a los vivos de los muertos vivientes. Un mundo que ya está aquí, que es tan imbécil como para que triunfen películas como esta.
Los que no viajamos a Cancún gracias a Sony vemos en esta Tierra de Zombies una película de serie z sin gracia, con un guión defectuoso al que le falta ritmo e interés. Una cagada de un principiante llamado Ruben Fleischer que sin embargo ya prepara una segunda parte tras el éxito de la primera.
Lo más increíble es que hay gente que se parte de risa en el cine viendo las chorradas de Woody Harrelson, Abigail Breslin (ex Pequeña Miss Sunshine decidida a convertirse en estrella trash) y compañía; su inenarrable visita a la mansión de Bill Murray; o ese final en el parque de atracciones en el que ni la acción ni los gags funcionan, ni interesan, ni tienen ningún suspense o gracia.
Reivindicación del orgullo de ser idiota, apología de la comida basura (la búsqueda del personaje de Harrelson, su máxima felicidad en el fin del mundo sería comerse uno de esos pastelillos industriales repletos de grasas saturadas) y finalmente subproducto para públicos con nulo nivel de exigencia, Bienvenidos a Zombieland sería el reverso de la genial Zobies Party, que pintaba una socieddad tan idiotizada que era difícil distinguir a los vivos de los muertos vivientes. Un mundo que ya está aquí, que es tan imbécil como para que triunfen películas como esta.
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