jueves, 13 de octubre de 2011

Nader y Simin, una separación

Los telediarios nos dan una imagen hermética de Irán. Una sociedad integrista e intolerante comandada por fanáticos. Por eso es muy interesante acercarse a una película como esta que, lejos del cine contemplativo que suele llegar desde esas latitudes, nos da una visión interna de lo que realmente sucede en Teherán.

La historia comienza con la separación de una pareja pero, lejos de proponernos un drama matrimonial, el director nos sumerge en la catarata de acontecimientos que surgen tras este divorcio: Una explosiva mezcla de conflictos surrealistas, jurídicos, religiosos y de conciencia que se producen tras un suceso en casa del protagonista, que nos lleva a un desarrollo de cine “de juicios” pero juicios iraníes en la antípodas de lo que solemos ver en las películas americanas.

Con infinita inteligencia, Asghar Farhadi nos propone más de un punto de vista, y nos muestra a unos personajes que no son ni buenos ni malos, sino victimas de sus circunstancias, su sociedad y su educación. Mientras, el espectador asiste estupefacto a la deriva que toma la vida del protagonista, un buen hombre que provoca en un momento de ira justificada una auténtica desgracia a su alrededor cuyas consecuencias se ramifican una y otra vez como en una pesadilla.

Ganadora de todos los premios imaginables en el último Festival de Berlín, no hay que fijarse ni en el horrible cartel ni en un título tan poco atractivo (que parece elegido por el peor enemigo del productor para que nadie vaya a verla). Merece la pena acercarse a la historia de Nader y Simin, que nos ayuda a comprender un poco lo que sucede en un pais para nosotros tan marciano.

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