
Con música de The Chemical Brothers y una historia que juega a cruzar Bourne con un cómic gamberro, la historia nos traslada del Ártico a Alemania pasando por Marruecos (y, ojo, con escala en España) en un thriller turístico, alucinógeno y fallido que, sin embargo, mantiene cierto interés.
Es fallido porque, lejos de las altas y rompedoras aspiraciones que tiene el autor, su indigesto cruce de referencias desde James Bond a Tarantino se convierte en un espectáculo desconcertante y a veces ridículo que en ningún momento le señala como un director realmente original, que es lo que pretendía.

No hay que perderse ese momentazo español rodado en Marruecos con un paupérrimo cuadro flamenco alucinando a las dos niñas guiris y con dos macarras medio analfabetos seduciendo a las cultas adolescentes extranjeras. Como es habitual, España cutre y tercermundista, vista por el cine americano como si fuese un país más de África.