
A quién tenga dudas sobre si acercarse al cine a ver Malditos Bastardos tal vez le sean de utilidad las siguientes advertencias:
1. Ni Brad Pitt ni su grupo de salvajes cazadores de nazis son los protagonistas como sugiere el título y la promoción de la película. Como en toda la obra del director, estamos ante un filme coral en el que la venganza juega un papel fundamental, y en el que Aldo Raine (Pitt) es un peón (secundario) más.
2. Espíritus sensibles y fácilmente impresionables, abstenerse. La violencia marca Tarantino brilla como siempre o tal vez como nunca, surgiendo desbocada en lo que en un principio podría parecer una narración más clásica y menos violenta. La sangre y los sesos, en primer plano.
3. Quién busque una película de acción, que vaya a otra sala del centro comercial. Quién busque un análisis histórico, que se compre un libro. Aquí se compone un inteligentísimo ejercicio de reinvención de la historia y la acción está más en los excepcionales y largos diálogos marca de su autor que en mamporros o persecuciones.
4. Amantes de las versiones originales, olvidaros de practicar vuestro upper intermediate level, el 90% de la película es en francés y en alemán.
5. Cinéfilos, cinéfagos y demás frikis, bienvenidos al festín de citas inagotables: De G.W. Pabst a Leni Riefenstahl, pasando por Enzo Castellari, King Kong, Sergio Leone, Karl May, Dario Argento o ese final que remite directamente al Ser o No Ser de Lubitsch. Más eclecticismo, imposible.
A pesar de que por todo lo anterior y por sus dos horas y media de duración se trata de una película anticomercial, Quentin Tarantino ha conseguido de nuevo llenar las salas (aunque muchos se pasen bostezando todo el tiempo), demostrando que es el director-estrella por excelencia y que sabe vender muy bien sus productos.
Malditos Bastardos no es la mejor película de Tarantino aunque está muy cerca de serlo. La tendencia a la dispersión (rompiendo de forma absurda, por ejemplo, el clímax final), y el abuso que de su propia genialidad hace el director hacen que se resienta el conjunto cuando paradójicamente cada capítulo es una pequeña obra maestra que se alarga demasiado como para conseguir un todo coherente. Pero deslumbra ese inicio propio de un spaghetti-western, absorbe la escena de la taberna y apasiona el desenlace en un cine parisino.
Y qué decir de las músicas que nos regala (esa canción de David Bowie mientras la vengadora ultima su plan vestida de rojo… uf) o del reparto en estado de gracia (desde Melanie Laurent como Shosanna -¿de dónde saca este hombre esos nombres tan… adecuados?– a un Chistoph Waltz que desde ya está en la galería de grandes villanos del cine). En definitiva, aunque Tarantino siempre lo podrá hacer mejor, este genio del cine actual está a años luz de la mayoría de lo que puede verse en la cartelera. Pero no os olvidéis de revisar los 5 puntos de arriba antes de decidir si ir a verla, importante si no queréis pasaros la película bostezando y molestando al de al lado que tal vez esté disfrutando con sus ingeniosos diálogos y su desarmante fuerza visual.
1. Ni Brad Pitt ni su grupo de salvajes cazadores de nazis son los protagonistas como sugiere el título y la promoción de la película. Como en toda la obra del director, estamos ante un filme coral en el que la venganza juega un papel fundamental, y en el que Aldo Raine (Pitt) es un peón (secundario) más.
2. Espíritus sensibles y fácilmente impresionables, abstenerse. La violencia marca Tarantino brilla como siempre o tal vez como nunca, surgiendo desbocada en lo que en un principio podría parecer una narración más clásica y menos violenta. La sangre y los sesos, en primer plano.
3. Quién busque una película de acción, que vaya a otra sala del centro comercial. Quién busque un análisis histórico, que se compre un libro. Aquí se compone un inteligentísimo ejercicio de reinvención de la historia y la acción está más en los excepcionales y largos diálogos marca de su autor que en mamporros o persecuciones.
4. Amantes de las versiones originales, olvidaros de practicar vuestro upper intermediate level, el 90% de la película es en francés y en alemán.
5. Cinéfilos, cinéfagos y demás frikis, bienvenidos al festín de citas inagotables: De G.W. Pabst a Leni Riefenstahl, pasando por Enzo Castellari, King Kong, Sergio Leone, Karl May, Dario Argento o ese final que remite directamente al Ser o No Ser de Lubitsch. Más eclecticismo, imposible.
A pesar de que por todo lo anterior y por sus dos horas y media de duración se trata de una película anticomercial, Quentin Tarantino ha conseguido de nuevo llenar las salas (aunque muchos se pasen bostezando todo el tiempo), demostrando que es el director-estrella por excelencia y que sabe vender muy bien sus productos.
Malditos Bastardos no es la mejor película de Tarantino aunque está muy cerca de serlo. La tendencia a la dispersión (rompiendo de forma absurda, por ejemplo, el clímax final), y el abuso que de su propia genialidad hace el director hacen que se resienta el conjunto cuando paradójicamente cada capítulo es una pequeña obra maestra que se alarga demasiado como para conseguir un todo coherente. Pero deslumbra ese inicio propio de un spaghetti-western, absorbe la escena de la taberna y apasiona el desenlace en un cine parisino.
Y qué decir de las músicas que nos regala (esa canción de David Bowie mientras la vengadora ultima su plan vestida de rojo… uf) o del reparto en estado de gracia (desde Melanie Laurent como Shosanna -¿de dónde saca este hombre esos nombres tan… adecuados?– a un Chistoph Waltz que desde ya está en la galería de grandes villanos del cine). En definitiva, aunque Tarantino siempre lo podrá hacer mejor, este genio del cine actual está a años luz de la mayoría de lo que puede verse en la cartelera. Pero no os olvidéis de revisar los 5 puntos de arriba antes de decidir si ir a verla, importante si no queréis pasaros la película bostezando y molestando al de al lado que tal vez esté disfrutando con sus ingeniosos diálogos y su desarmante fuerza visual.