Esté o no basada en su vida, la narradora nos acerca a una pareja muy acomodada cuyos mayores problemas están en qué flores colocar en el jarrón o, en el caso de Julianne Moore, a qué dedico mi tiempo libre porque no tengo trabajo ni lo necesito porque mi mujer me mantiene y muy bien mantenida. En un entorno tan idílico, con unos hijos que no han tenido problemas de integración pese a que sus madres sean lesbianas declaradas (tal vez porque en EEUU no existe Intereconomía), irrumpe el padre biológico (Mark Ruffalo), el que donó el semen y, seguramente, el mejor personaje de la película, el más incoherente y el más imperfecto y, por eso, el más simpático pese al castigo final (demasiado políticamente correcto) que le impone la directora.
Lo mejor es el reparto, con una Bening estupenda y que ya merece un Oscar por su carrera aunque este año no ha podido ser, barrida por la portentosa Natalie Portman de Cisne Negro. También destaca Ruffalo (aunque tanta sonrisa puede acabar hartando) y la siempre en su punto Moore. Y la historia es divertida y entretenida, aunque muchas veces nos preguntemos qué nos aportan los conflictos intrascendentes de yankis forrados con casazas y cochazos que nos plantea constantemente el cine y la televisión hechos allí.
4 Candidaturas Oscar 2011: Película, Actriz (Annette Bening), Actor Secundario (Mark Ruffalo) y Guión Original
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