
La historia comienza con la separación de una pareja pero, lejos de proponernos un drama matrimonial, el director nos sumerge en la catarata de acontecimientos que surgen tras este divorcio: Una explosiva mezcla de conflictos surrealistas, jurídicos, religiosos y de conciencia que se producen tras un suceso en casa del protagonista, que nos lleva a un desarrollo de cine “de juicios” pero juicios iraníes en la antípodas de lo que solemos ver en las películas americanas.

Ganadora de todos los premios imaginables en el último Festival de Berlín, no hay que fijarse ni en el horrible cartel ni en un título tan poco atractivo (que parece elegido por el peor enemigo del productor para que nadie vaya a verla). Merece la pena acercarse a la historia de Nader y Simin, que nos ayuda a comprender un poco lo que sucede en un pais para nosotros tan marciano.
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