domingo, 20 de junio de 2010

Rabia

El Festival de Cine de Málaga provoca aglomeraciones y locuras en una ¿aburrida? ciudad mediana que espera como agua de mayo la llegada de la troupe del cine español. Lamentablemente, las películas que allí se ven con tanta expectación, en la mayoría de los casos, se estrellan en taquilla.

Es el caso de la ganadora del festival. Rabia consiguió la biznaga de oro a la mejor película pero apenas ha durado dos semanas en cartelera y sobrevive en horarios inverosímiles en cines del extrarradio en los que no podrá competir con Shrek 4 o Toy Story 3.


Adaptando la novela de Sergio Bizzio, Rabia nos ofrece una claustrofóbica historia que comienza cuando un inmigrante se debe refugiar en la casa en la que trabaja como asistenta su novia. La intriga, los conflictos familiares y el vouyerismo fluyen con facilidad y enganchan al espectador morboso, al que le gusta meterse por unas horas en casa ajena para observar las pequeñas y grandes miserias de sus vecinos.

Quizá el director Sebastián Cordero se queda algo corto en la mayoría de los frentes abiertos y al final puede dejar insatisfechos tanto a los que querían más claustrofobia como a los que querían más mal rollo familiar. Los actores tampoco dan todo lo esperado. Siempre queremos más de Concha Velasco, descafeinada como señora de vino blanco e infusión alcohólica. Y algo desconcertados nos deja Icíar Bollaín como la hija pija y caprichosa. Por encima de ellas, una excelente Martina García, a la que en breve veremos en Biutiful, y Alex Brendemühl.
Pero no seamos tan exigentes. Una película que a veces recuerda al mejor Polanski y que en gran parte del metraje nos atrapa en su juego perverso merece ser rescatada antes de que muera para siempre en el olvido de la multisala.

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