Con música de The Chemical Brothers y una historia que juega a cruzar Bourne con un cómic gamberro, la historia nos traslada del Ártico a Alemania pasando por Marruecos (y, ojo, con escala en España) en un thriller turístico, alucinógeno y fallido que, sin embargo, mantiene cierto interés.
Es fallido porque, lejos de las altas y rompedoras aspiraciones que tiene el autor, su indigesto cruce de referencias desde James Bond a Tarantino se convierte en un espectáculo desconcertante y a veces ridículo que en ningún momento le señala como un director realmente original, que es lo que pretendía.
Y mantiene cierto interés porque pasan tantas cosas que es casi imposible aburrirse y porque Cate-me-he-tragado-un-palo Blanchett repite papel de zorrón desalmado y probablemente frígido que tan bien se le da (su personaje se llama nada menos que Marissa Wiegler y con ese nombre sólo puede ser malísima). Además el reparto se completa con Eric Bana y Saoirse Ronan como los buenos.
No hay que perderse ese momentazo español rodado en Marruecos con un paupérrimo cuadro flamenco alucinando a las dos niñas guiris y con dos macarras medio analfabetos seduciendo a las cultas adolescentes extranjeras. Como es habitual, España cutre y tercermundista, vista por el cine americano como si fuese un país más de África.
No hay que perderse ese momentazo español rodado en Marruecos con un paupérrimo cuadro flamenco alucinando a las dos niñas guiris y con dos macarras medio analfabetos seduciendo a las cultas adolescentes extranjeras. Como es habitual, España cutre y tercermundista, vista por el cine americano como si fuese un país más de África.
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