La relación del escritor Richard Matheson con el cine ha sido irregular pero prolífica. Desde su adaptación de Poe en La caída de la casa Usher hasta el guión de El diablo sobre ruedas pasando por las innumerables versiones de su Soy leyenda o las adaptaciones de relatos cortos en La hora de Alfred Hitchcock.
Ahora, Hollywood nos propone volver a uno de sus cuentos de ciencia-ficción que ya fue incluido en la serie La dimensión desconocida. Allí se tituló Botón/Botón y en media hora escasa se adaptaba un relato de 6 páginas. Sin embargo, La Caja necesita dos horas para desarrollar no sólo este cuento sino toda la prolongación delirante, paranoica y marciana (nunca mejor dicho) que el director Richard Kelly se permite perpetrar.
Kelly venía de un fracaso rotundo que ni siquiera se estrenó en España (Southland Tales) y que decepcionó todas las expectativas generadas por su primera película. Donnie Darko es una rareza, una maravilla de culto en la que sus marcianadas encajaban gracias al misterioso poder de sugestión de su extraña historia. En La Caja nada funciona, ni esos giros que dejan estupefacto y al borde de la carcajada al espectador, ni sus protagonistas, que parecen perdidos entre los decorados setenteros y las imágenes gélidas que nos dejan congelados de aburrimiento.
La recomendación: pillar un libro de relatos de Matheson y olvidarse de La Caja.
Ahora, Hollywood nos propone volver a uno de sus cuentos de ciencia-ficción que ya fue incluido en la serie La dimensión desconocida. Allí se tituló Botón/Botón y en media hora escasa se adaptaba un relato de 6 páginas. Sin embargo, La Caja necesita dos horas para desarrollar no sólo este cuento sino toda la prolongación delirante, paranoica y marciana (nunca mejor dicho) que el director Richard Kelly se permite perpetrar.
Kelly venía de un fracaso rotundo que ni siquiera se estrenó en España (Southland Tales) y que decepcionó todas las expectativas generadas por su primera película. Donnie Darko es una rareza, una maravilla de culto en la que sus marcianadas encajaban gracias al misterioso poder de sugestión de su extraña historia. En La Caja nada funciona, ni esos giros que dejan estupefacto y al borde de la carcajada al espectador, ni sus protagonistas, que parecen perdidos entre los decorados setenteros y las imágenes gélidas que nos dejan congelados de aburrimiento.
La recomendación: pillar un libro de relatos de Matheson y olvidarse de La Caja.
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