lunes, 22 de febrero de 2010

Shutter Island


El retraso del estreno de la que era una de las favoritas para los Oscars de este año a una fecha en la que ya no podía competir nos anticipaba la desconfianza de los productores en el resultado final de lo último de Scorsese. Y, dando un giro a las intenciones iniciales, la han intentado vender como una película de suspense y/o acción antes que como una oscarizable gran obra.

Efectivamente, Shutter Island está muy lejos de lo mejor de su autor, pero tampoco da el pego como película comercial. En un desafortunado intento por regresar a las intrigas psicoanalíticas de los años 40 (Scorsese niega que esas sean sus fuentes, pero la estructura y el resultado desmienten su afirmación), se mezclan influencias tan dispares como Hitchcock y David Lynch reinterpretadas por la fuerte personalidad del director neoyorkino.

Si en El cabo del miedo consiguió una obra maestra llevando a su terreno una historia ajena y un género que nunca había tratado reconvirtiéndolo en una inquietante parábola religiosa sobre el bien y el mal, en Shutter Island la debilidad del material de partida (la novela de Dennis Lehane) arrastra a los abismos al indigesto cruce de referencias que ha perdido a Scorsese en la sala de montaje, ya que da la sensación de que finalmente no sabía qué contar exactamente ni qué tono dar a la película (que bascula entre la pesadilla, la intriga inexplicable y la explicación racional final)

Como suele pasar en estos casos, la peor película de un genio está muy por encima de las mejores de la mayoría, pero aquí uno de mis directores favoritos ha dejado el listón muy bajo, pese a la potencia visual de algunos momentos y a los esfuerzos de DiCaprio por resultar convincente.

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