domingo, 16 de mayo de 2010

Canino


La experiencia que nos propone Canino se parece a la que en su día tuvimos al descubrir a Michael Haneke o Atom Egoyan. Pocas veces tenemos el placer de encontrar a un director que trae ideas nuevas, rupturistas, revolucionarias y si en su día gozamos y nos revolvimos con Funny Games, El Liquidador o Exotica, ahora llega de Grecia lo más extraño y apasionante que hemos visto en mucho tiempo.

Con una narración aparentemente sencilla y escasos o casi nulos medios materiales, Giorgos Lanthimos nos introduce en un mundo asfixiante, paradójico, surrealista, inquietante, delirante. La familia sobreprotectora como cárcel, la educación como manipulación y el cine como liberación (curioso el papel que juegan Rocky y Tiburón en el desenlace de la película). Parábola social y política, especialmente potente en los tiempos que corren, plagados de miedos al exterior (fomentados desde casa o desde la televisión), Canino consigue con su abrumadora humildad divertirnos, fascinarnos, aterrorizarnos y, sobre todo, dejarnos petrificados en la butaca.
No es una película para recomendar. Quién se atreva a verla puede salir escandalizado, asqueado o maravillado. Y es que observar la miseria humana en todo su esplendor no siempre es fácil ni agradable. Pero seguro que a Buñuel le habría encantado Canino, una sorpresa tremendamente estimulante.

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