Cuando entre tanta comedieta romántica ridícula ya habíamos abandonado la esperanza de encontrar una gran película de esas que de verdad emocionan, ha llegado James Gray, que nos tenía acostumbrados a rodar (excelentemente) argumentos policíacos, para ofrecernos una de esas películas que no se olvidan.
La historia de Leonard (Joaquin Phoenix), que podría ser un pagafantas pero que no se resigna a renunciar a la mujer de sus sueños, está extraordinariamente bien contada. Desde el contundente inicio que refleja su desesperación hasta ese final que nos deja sin palabras y con un nudo en la garganta, todo parece creíble, cercano, natural. Un milagro porque es difícil tener a Gwyneth Paltrow como vecina de enfrente y a Vinessa Shaw como rendida pretendiente.
La historia de Leonard (Joaquin Phoenix), que podría ser un pagafantas pero que no se resigna a renunciar a la mujer de sus sueños, está extraordinariamente bien contada. Desde el contundente inicio que refleja su desesperación hasta ese final que nos deja sin palabras y con un nudo en la garganta, todo parece creíble, cercano, natural. Un milagro porque es difícil tener a Gwyneth Paltrow como vecina de enfrente y a Vinessa Shaw como rendida pretendiente.
Y parte del milagro llega de unos actores asombrosos: Joaquin Phoenix siempre ha parecido un poco perturbado, y aquí está perfecto aportando indefensión y llorando como muy pocos actores son capaces de hacerlo. Gwyneth Paltrow necesitaba un gran papel, que le ha llegado con la autodestructiva, adorable y odiosa Michelle. Y la reaparición de Isabella Rossellini sin sombra de bisturí en su cara aporta una mirada perpleja y comprensiva.
Nunca olvidaremos ese patio, esa azotea, ni esa playa. Todo un clásico de culto desde ya.
Nunca olvidaremos ese patio, esa azotea, ni esa playa. Todo un clásico de culto desde ya.
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