Con El Piano, Jane Campion no sólo consiguió un puñado de Oscars, la Palma de Oro en Cannes y el reconocimiento de medio mundo (el otro medio odió las piruetas de la ahora enamorada de un vampiro Anna Paquin y la música de Michael Nyman). Consiguió además transportarnos a muchos a aquel recóndito paraje junto a una excepcional Holly Hunter y que nos sintiésemos parte de aquella desgraciada historia.
Lo que vino después defraudó todas las expectativas (especialmente el horror de En carne viva, con una Meg Ryan en pleno postoperatorio de su terrorífica reforma facial).
Ahora Campion vuelve al cine de otra época para contarnos la desgraciada vida y amores del poeta John Keats. De nuevo nos engancha aunque no le podemos perdonar tres errores garrafales:
- La sobrecarga de cursilería, contenida a veces, pero que estalla en unos títulos de crédito finales realmente insoportables por esa música de fondo que acompaña al poema que cierra la película.
- El guión se pone al servicio de la puesta en escena, con relamidos planos, excesos artísticos y metafóricos que saturan (las cortinas volando y haciendo penetrar el aire bajo el camisón de la protagonista)
Una lástima, porque el poderío narrativo de la directora es evidente, pero esta vez ni nos emociona ni nos deslumbra, y nos decepciona por el brillo que adivinamos, pero que nunca se muestra en todo su esplendor.
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