20 años después vuelve el personaje aparentemente redimido para ilustrar las tesis de Stone sobre la crisis económica que sufrimos. No ha gustado a la derecha (que se ve demasiado reflejada en algunos personajes grotescos) ni a la izquierda que le vuelve a reprochar el poder de seducción con el que reviste los ambientes corruptos. El mejor elogio para la película es este, incomodar a unos y a otros.
Con una excepcional dirección artística y evidente dominio de la cámara y la ironía, el director nos introduce en el ojo del huracán financiero para mostrar la sinrazón de decisiones que se toman casi a través de máquinas y las devastadoras consecuencias que éstas han tenido y que seguramente volverán a tener. Porque si algo queda claro es que esta crisis no ha servido más que para reforzar a los que la provocaron que incluso han sacado tajada a través de ayudas gubernamentales.
Lo mejor, esa fiesta benéfica con baile incluido, toda una caricatura gigantesca de una absurda feria de vanidades. Y lo peor, un reparto con evidentes agujeros, especialmente unos poco creíbles Shia Labeouf y Carey Mulligan, demasiado corderos para enfrentarse a los lobos Douglas y Brolin.
Lo mejor, esa fiesta benéfica con baile incluido, toda una caricatura gigantesca de una absurda feria de vanidades. Y lo peor, un reparto con evidentes agujeros, especialmente unos poco creíbles Shia Labeouf y Carey Mulligan, demasiado corderos para enfrentarse a los lobos Douglas y Brolin.
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