El primer “serrucho” se ha engrandecido con el paso del tiempo y ha quedado convertida en una de las cumbres del cine de terror de la última década. Una historia llena de giros inesperados, un desarrollo impecable y una angustia creciente que casi dejaba sin aliento con un tremendo final. Su guionista, Leigh Whannell intentó crear una trilogía coherente, y luego se ha mantenido como productor ejecutivo en las otras dos secuelas que, como es habitual en estos casos, bajaron el nivel de calidad dejándolo en mínimos algo cutres.
La sexta parte quiere ser más bestia con un comienzo realmente asqueroso, muy gore, pero luego nos sorprende con un inesperado mensaje social y de denuncia sobre las hipotecas basura y el sistema de seguros sanitarios privados de EEUU (¿¿??)
Pero que nadie se engañe, Saw VI no es una película de Ken Loach y quién se atreva con ella debe esperar un catálogo de torturas enrevesadas hasta el absurdo, mucha sangre, sadismo, ausencia absoluta de sentido del humor y, en este caso, una apología de la venganza más sanguinaria que, quizá, es lo que más ha molestado al ministerio que la prohibió.
Pero que nadie se engañe, Saw VI no es una película de Ken Loach y quién se atreva con ella debe esperar un catálogo de torturas enrevesadas hasta el absurdo, mucha sangre, sadismo, ausencia absoluta de sentido del humor y, en este caso, una apología de la venganza más sanguinaria que, quizá, es lo que más ha molestado al ministerio que la prohibió.
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