Roman Polanski ha estado de actualidad en los últimos meses por el arresto domiciliario que sufre en Suiza. Al fin la violación de la que fue acusado hace más de 30 años tenía consecuencias, aunque todo ese extraño suceso nunca haya estado muy claro, él no haya vuelto a reincidir y la presunta víctima le haya perdonado.
No es extraño que una persona con semejantes episodios en su biografía, que también incluye el terrible asesinato de Sharon Tate por una secta satánica, se haya convertido en un experto analista de la amenaza y de la angustia. Todo esto ya estaba en El quimérico inquilino y en dos de las películas más inquietantes de la historia: Repulsión y La semilla del diablo. Incluso una inicialmente idílica relación de pareja era convertida en una insoportable experiencia traumática en la magistral Lunas de Hiel.
Polanski fue reivindicado, tras tremendas decepciones en la segunda mitad de los 90 como el horror de La novena puerta, por los Oscars y por Cannes gracias a El Pianista. Si bien el regreso al horror nazi aportaba poco a priori, la visión claustrofóbica del gueto de Varsovia nos devolvía a lo mejor de su autor. Y tras desconcertarnos con Oliver Twist llega El Escritor.
Con un comienzo amable y sosegado, el clima opresivo va in crescendo aunque aparentemente en la pantalla no suceda nada amenazador. La isla a la que viaja el protagonista se convierte poco a poco en una cárcel. Y el thriller fluye con una sencillez que sólo puede ser obra de un gran maestro. El enfrentamiento McGregor-Wilkinson, el viaje de ida y vuelta en el Bmw o ese sensacional final nos dejan clavados en la butaca. Con una película así, Polanski merece la absolución. Por favor, que siga rodando.
No es extraño que una persona con semejantes episodios en su biografía, que también incluye el terrible asesinato de Sharon Tate por una secta satánica, se haya convertido en un experto analista de la amenaza y de la angustia. Todo esto ya estaba en El quimérico inquilino y en dos de las películas más inquietantes de la historia: Repulsión y La semilla del diablo. Incluso una inicialmente idílica relación de pareja era convertida en una insoportable experiencia traumática en la magistral Lunas de Hiel.
Polanski fue reivindicado, tras tremendas decepciones en la segunda mitad de los 90 como el horror de La novena puerta, por los Oscars y por Cannes gracias a El Pianista. Si bien el regreso al horror nazi aportaba poco a priori, la visión claustrofóbica del gueto de Varsovia nos devolvía a lo mejor de su autor. Y tras desconcertarnos con Oliver Twist llega El Escritor.
Con un comienzo amable y sosegado, el clima opresivo va in crescendo aunque aparentemente en la pantalla no suceda nada amenazador. La isla a la que viaja el protagonista se convierte poco a poco en una cárcel. Y el thriller fluye con una sencillez que sólo puede ser obra de un gran maestro. El enfrentamiento McGregor-Wilkinson, el viaje de ida y vuelta en el Bmw o ese sensacional final nos dejan clavados en la butaca. Con una película así, Polanski merece la absolución. Por favor, que siga rodando.
Por fin reconoces al gran Polanski! Tendre que verla.
ResponderEliminarTrigo
Tarde en verla pero la vi. Impresionante, simplemente me entusiasmo, sabes que nada es lo que parece pero entre todas las opciones, al final sigue dislumbrando. Para mi fue como revivir a Hitchcock.
ResponderEliminarTrigo