Ahora que se acerca la Noche de Difuntos, nada mejor que recordar 13 películas de terror. Inolvidables, aterradoras y apropiadas para celebrar como se merece una fecha tan señalada...
Aliens, El regreso (James Cameron): Aunque las segundas partes mediocres son habituales en el género, Aliens es la secuela perfecta. Partiendo de una obra maestra absoluta desarrolla algunas de las incógnitas no resueltas por Ridley Scott y juega la baza de multiplicar el terror y la tensión hasta cotas inimaginables. Sus dos horas y media pasan como un angustioso suspiro y se deja ver una y otra vez, lo que demuestra que Cameron no tiene rival cuando se lo propone.
Asalto a la comisaría del Distrito 13 (John Carpenter): Planteada como una del oeste (de hecho la historia es casi calcada a la de Rio Bravo), el mejor Carpenter logra una de las cimas del género con una narración angustiosa como pocas o seguramente como ninguna, demostrando de paso que puede dar mucho más miedo la comprobada crueldad humana que una improbable resurrección de zombies.
Carrie (Brian De Palma): Adaptando a Stephen King, De Palma logra poner la carne de gallina con la historia de esa niña con telequinesis maltratada por la vida, por su madre (tremenda Piper Laurie) y por sus compañeros de colegio. Media hora final de antología pocas veces superada en el género.
En compañía de lobos (Neil Jordan): El cuento de Caperucita es perversamente interpretado por el mejor Jordan. Con una estructura laberíntica y una excelente ambientación que remite a El Bosco, el resultado es una de las películas más originales e insólitas jamás filmadas.
El exorcista (William Friedkin): Utilizando una coartada pseudoreligiosa, Friedkin logró un éxito apoteósico y desmayos en los cines con los vómitos y obscenidades de la niña Regan. Con el paso del tiempo algunos han intentado devaluarla hablando de lo ridículo que queda todo aquello ahora. Probablemente tras decenas de parodias y frases que se prestan al chascarrillo (“¿Has visto lo que ha hecho la guarra de tu hija???”) sea posible echarse unas risas, pero a muchos la primera vez que la vimos nos dio mucho mucho miedo…
La noche de Walpurgis (León Klimovsky): El ejemplo perfecto del cutre-terror-hipano-que-quiere-pasar-por-serie-b-americana es esta muestra de cine de vampiras con mucha ambigüedad y sugerencia sexual. Seguramente todo queda un poco casposo, pero no se le puede negar un gigantesco encanto kistch y una fuerte personalidad.
La profecía (Richard Donner): Otro icono del cine de terror es Damien, el hijo de Belcebú llegado a la tierra para sembrar el mal. Gregory Peck y una magnífica y muy inquietada Lee Remick eran los padres adoptivos del mofletudo nene que llegó del infierno. Una estructura de precisión diabólica, algunas escenas memorables (el suicidio de la niñera: “Damien, lo hago por ti”) y una memorable música del maestro Jerry Goldsmith (su único Oscar) completan un clásico.
El proyecto de la bruja de Blair (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez): Una vez más se demuestra que el miedo, como la risa, va por barrios. A muchos les pareció que esta película era una chorrada y que no asustaba nada. A otros, su realismo de cámara en mano, los ruidos de origen desconocido, la apuesta por sugerir mucho más de lo que se muestra y ese bosque fantasmal, nos provocaron más de una noche de insomnio.
Rabia (David Cronenberg): Si hablamos de grandes del género es imposible olvidarse de Cronenberg. Aunque en su última etapa su cine ha dado un giro hacia temas más “serios” o “profundos”, muchos añoramos sus comienzos, con tramas morbosas y malsanas relacionadas con el mal uso de la medicina. En Rabia, la estrella porno Marilyn Chambers despierta de su operación de estética con un insaciable apéndice en su axila, que extenderá una epidemia por la ciudad… Con ese argumento y Cronenberg tras la cámara, sólo podemos esperar hora y media de intenso disfrute.
Ringu: El círculo (Hideo Nakata): La película que descubrió en occidente a Nakata, provocó un fuerte impacto por su capacidad para generar atmósferas asfixiantes y plantear historias novedosamente inquietantes. El vídeo que asesinó a varios adolescentes tras cargarse a la estrella de la radio conoció un afortunado remake en los USA, si bien las copias siempre tienen menos mérito que el original.
Saw (James Wan): Iniciadora de una saga interminable, el primer Saw provocó un shock por su originalidad y por abrir una línea tan extremadamente morbosa que el aficionado al género con más escrúpulos termina la película convencido de que el mundo está lleno de mentes enfermas (los creadores y los que difrutamos viendo algo así).
El Silencio de los Corderos (Jonathan Demme): El Doctor Lecter es un indiscutido en el olimpo de los grandes asesinos del cine. Aunque sea una hermanita de la caridad comparado con Michael Myers, la extraordinaria caracterización de Anthony Hopkins y su legendario duelo dialéctico con Jodie Foster provoca escalofríos incluso en el recuerdo. Un pulso maestro que no decae en ningún momento y un director en estado de gracia redondean una película que está entre las más grandes de todos los géneros y de todos los tiempos.
Suspiria (Dario Argento): El llamado giallo procede de Italia y podría definirse como un terror de argumento retorcido, puesta en escena barroca y música atronadora. Tras el éxito de El pájaro de las plumas de cristal, el maestro Argento rodó las mejores muestras del subgénero contando incluso con estrellas internacionales en sus repartos. Para mí Suspiria es la cumbre, con mucha sangre, mucha crueldad y, como siempre, sorpresa final.
Aliens, El regreso (James Cameron): Aunque las segundas partes mediocres son habituales en el género, Aliens es la secuela perfecta. Partiendo de una obra maestra absoluta desarrolla algunas de las incógnitas no resueltas por Ridley Scott y juega la baza de multiplicar el terror y la tensión hasta cotas inimaginables. Sus dos horas y media pasan como un angustioso suspiro y se deja ver una y otra vez, lo que demuestra que Cameron no tiene rival cuando se lo propone.
Asalto a la comisaría del Distrito 13 (John Carpenter): Planteada como una del oeste (de hecho la historia es casi calcada a la de Rio Bravo), el mejor Carpenter logra una de las cimas del género con una narración angustiosa como pocas o seguramente como ninguna, demostrando de paso que puede dar mucho más miedo la comprobada crueldad humana que una improbable resurrección de zombies.
Carrie (Brian De Palma): Adaptando a Stephen King, De Palma logra poner la carne de gallina con la historia de esa niña con telequinesis maltratada por la vida, por su madre (tremenda Piper Laurie) y por sus compañeros de colegio. Media hora final de antología pocas veces superada en el género.
En compañía de lobos (Neil Jordan): El cuento de Caperucita es perversamente interpretado por el mejor Jordan. Con una estructura laberíntica y una excelente ambientación que remite a El Bosco, el resultado es una de las películas más originales e insólitas jamás filmadas.
El exorcista (William Friedkin): Utilizando una coartada pseudoreligiosa, Friedkin logró un éxito apoteósico y desmayos en los cines con los vómitos y obscenidades de la niña Regan. Con el paso del tiempo algunos han intentado devaluarla hablando de lo ridículo que queda todo aquello ahora. Probablemente tras decenas de parodias y frases que se prestan al chascarrillo (“¿Has visto lo que ha hecho la guarra de tu hija???”) sea posible echarse unas risas, pero a muchos la primera vez que la vimos nos dio mucho mucho miedo…
La noche de Walpurgis (León Klimovsky): El ejemplo perfecto del cutre-terror-hipano-que-quiere-pasar-por-serie-b-americana es esta muestra de cine de vampiras con mucha ambigüedad y sugerencia sexual. Seguramente todo queda un poco casposo, pero no se le puede negar un gigantesco encanto kistch y una fuerte personalidad.
La profecía (Richard Donner): Otro icono del cine de terror es Damien, el hijo de Belcebú llegado a la tierra para sembrar el mal. Gregory Peck y una magnífica y muy inquietada Lee Remick eran los padres adoptivos del mofletudo nene que llegó del infierno. Una estructura de precisión diabólica, algunas escenas memorables (el suicidio de la niñera: “Damien, lo hago por ti”) y una memorable música del maestro Jerry Goldsmith (su único Oscar) completan un clásico.
El proyecto de la bruja de Blair (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez): Una vez más se demuestra que el miedo, como la risa, va por barrios. A muchos les pareció que esta película era una chorrada y que no asustaba nada. A otros, su realismo de cámara en mano, los ruidos de origen desconocido, la apuesta por sugerir mucho más de lo que se muestra y ese bosque fantasmal, nos provocaron más de una noche de insomnio.
Rabia (David Cronenberg): Si hablamos de grandes del género es imposible olvidarse de Cronenberg. Aunque en su última etapa su cine ha dado un giro hacia temas más “serios” o “profundos”, muchos añoramos sus comienzos, con tramas morbosas y malsanas relacionadas con el mal uso de la medicina. En Rabia, la estrella porno Marilyn Chambers despierta de su operación de estética con un insaciable apéndice en su axila, que extenderá una epidemia por la ciudad… Con ese argumento y Cronenberg tras la cámara, sólo podemos esperar hora y media de intenso disfrute.
Ringu: El círculo (Hideo Nakata): La película que descubrió en occidente a Nakata, provocó un fuerte impacto por su capacidad para generar atmósferas asfixiantes y plantear historias novedosamente inquietantes. El vídeo que asesinó a varios adolescentes tras cargarse a la estrella de la radio conoció un afortunado remake en los USA, si bien las copias siempre tienen menos mérito que el original.
Saw (James Wan): Iniciadora de una saga interminable, el primer Saw provocó un shock por su originalidad y por abrir una línea tan extremadamente morbosa que el aficionado al género con más escrúpulos termina la película convencido de que el mundo está lleno de mentes enfermas (los creadores y los que difrutamos viendo algo así).
El Silencio de los Corderos (Jonathan Demme): El Doctor Lecter es un indiscutido en el olimpo de los grandes asesinos del cine. Aunque sea una hermanita de la caridad comparado con Michael Myers, la extraordinaria caracterización de Anthony Hopkins y su legendario duelo dialéctico con Jodie Foster provoca escalofríos incluso en el recuerdo. Un pulso maestro que no decae en ningún momento y un director en estado de gracia redondean una película que está entre las más grandes de todos los géneros y de todos los tiempos.
Suspiria (Dario Argento): El llamado giallo procede de Italia y podría definirse como un terror de argumento retorcido, puesta en escena barroca y música atronadora. Tras el éxito de El pájaro de las plumas de cristal, el maestro Argento rodó las mejores muestras del subgénero contando incluso con estrellas internacionales en sus repartos. Para mí Suspiria es la cumbre, con mucha sangre, mucha crueldad y, como siempre, sorpresa final.
Como has podido dejar fuera a la semilla del diablo!!! Noooooooooorrrrrrrggg!!!
ResponderEliminarLa dejo fuera porque Polanski es un violador pecador de la pradera
ResponderEliminarYo te recomiendo la trilogía canadiense Ginger Snaps (dos de las pelis son buenísimas, la otra flojilla) poco conocidas en España pero de culto en otros países.
ResponderEliminar¡Un saludo! he descubierto tu blog viendo un comentario tuyo en un periódico digital :)