El gobierno chino lleva años aleccionando a su población sobre la grandeza de China. Humillada durante el Siglo XX por los europeos y por los japoneses, parece que el Siglo XXI será el de Asia y, sobre todo, el de un país con un curioso (y aterrador) sistema que mezcla capitalismo, comunismo y nacionalismo exacerbado.
Dentro de estos esfuerzos por generar orgullo patriótico y en el mismo año que las olimpiadas, se estrenó Acantilado Rojo con un éxito arrollador. Dos películas de dos horas y media para contar una historia lejana en el tiempo (de esas que se utilizan para no hablar del presente) pero con ingredientes apetecibles para el Gran Hermano toda vez que actúa como fábula sobre la lucha actual para colocarse a la cabeza del mundo frente a enemigos muy poderosos (EEUU)
Ahora llega a España en versión reducida, pero sólo podemos rendirnos ante la maestría de John Woo (de regreso desde Hollywood para la ocasión) para manejar los abundantes medios que le ha proporcionado el régimen y crear una gran película, de belleza indiscutible y que consigue un extraño equilibrio entre la exquisita narración bélica y la descripción de su atractiva galería de personajes.
Woo hizo una carrera brillante en Hong Kong y defraudó algo en América (aunque su Cara a Cara entre Travolta y Cage sea absolutamente magistral), pero ahora toca techo con una obra con la que soñaría cualquier director megalómano en la que él ha cuidado hasta los más mínimos detalles con el objetivo de enganchar a cualquier tipo de público.
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