lunes, 31 de agosto de 2009

Up


Como cada verano Pixar ha triunfado con su nueva propuesta. Y como cada verano yo me pregunto si las películas de Pixar interesan realmente a quiénes se supone que van dirigidas (los niños fans de Miley Cyrus, Jonas Brothers y Crepúsculo) o más bien a quiénes les llevan al cine (sus padres).

El año pasado con Wall-E consiguieron una obra maestra casi indiscutible, su mejor película… Pero los menores de 25 bostezaban hasta desencajarse la mandíbula con esa media hora inicial casi muda que no pegaba nada con la era de la ruidosa Playstation y del I-Pod permanente en la oreja… Raro el silencio ¿verdad?

Ahora Up (¿Por qué no se traduce el título? ¿Es fea la palabra “arriba”?) nos propone una mezcla entre melodrama y fantasía que tengo mis dudas apasione a su supuesto target. La mayoría de los adultos, visto el taquillazo, han arrastrado a la familia a las salas aunque probablemente sean ellos los que más se hayan emocionado con la historia, que propone una visión optimista sobre la vejez y el sentido de la vida.

Con un guión bastante flojo, aburrido y delirante (el abuelo arrastrando por las montañas la casa que vuela con los globos de la feria…) no creo que Up (o “arriba”) sea la maravilla de la que habla todo el mundo. Sus excesos lacrimógenos y sensibleros (ese flash que presenta de manera idílica 60 años de la vida del protagonista en unos segundos acompañado por música de violines… Uf) y sus aspiraciones líricas nos recuerdan al peor, más añejo y anticuado Walt Disney.

Seguramente el tiempo la pondrá en su sitio y no resistirá muchas revisiones excepto por su perfección técnica. Y seguramente será más recordada por los papás y mamás que todavía tienen en su subconsciente la educación sentimental con las viejas películas del abuelo Walt que por sus hijos enganchados al Disney Chanel y a toda la basura que genera.

jueves, 27 de agosto de 2009

Enemigos Públicos



El director Michael Mann comenzó su carrera en televisión y todos los que ya debemos cuidarnos tomando Minute Maid Antiox recordamos su Corrupción en Miami, que marcó un estilo inconfundible, con el primer marido de Melanie Griffith (en esa época ella ya le daba a la botella) recorriendo Florida con trajes imposibles que le hacían sudar la gota gorda a 40 grados a la sombra.

A Mann siempre le ha preocupado mucho la estética en sus películas, y lo peor de su carrera está cuando esa obsesión hace que se olvide de contar algo interesante (por ejemplo cuando adaptó la serie que le hizo famoso al cine). Son errores aislados en una filmografía en la que encontramos desde la primera aparición del Doctor Lecter (Manhunter), una biografía-hagiografía interesante sobre Muhammad Ali, su ataque frontal a la industria del tabaco que le valió varias candidaturas al Oscar (El Dilema-The Insider) y, sobre todo, dos de las mejores películas de acción de los últimos años: Heat y Colateral.

Enemigos públicos aborda la historia de John Dillinger, toda una estrella mediática que ya en vida fue consciente de su leyenda. La historia del atracador de bancos había sido llevadas varias veces a la gran pantalla, pero nunca como ahora. Las dos horas y media de metraje son un inabarcable ejercicio de virtuosismo con la cámara. Las escenas de acción están coreografiadas y medidas hasta en el último detalle para atrapar al espectador y dejarlo noqueado. Mann rueda como muy pocos directores pueden, mezclando el gran espectáculo con el retrato excepcional de personajes.

Por encima de la Gran Depresión y sus paralelismos con el momento actual, al director le interesan más otros temas. De nuevo aquí hay un enfrentamiento entre dos hombres antagónicos o quizá no tanto, (como Pacino y De Niro en Heat o Cruise y Foxx en Colateral). Johnny Depp es un Dillinger algo barroco y quizá con la piel demasiado tersa, pero clava al delincuente mítico, vanidoso y con aureola heroica. Christian Bale está memorable como Purvis, el policía que acaba obsesionado con su presa y atormentado por su conciencia. En medio, una historia de amor que con dos pinceladas emociona y desgarra, en parte gracias al buen trabajo de Marion Cotillard.

Con un final excepcional (especialmente esas escenas en el cine donde se proyecta El enemigo público número 1), Mann cierra la que es desde ya una de sus obras mayores, llamada a estar entre las mejores de este año y de otros muchos años.

lunes, 24 de agosto de 2009

Resacón en Las Vegas


Las películas sobre despedidas de soltero/a son casi un subgénero en sí mismas. Inevitable si se tiene en cuenta que la boda es en el cine de Hollywood la culminación del gran amor, el sueño de toda pareja y el momento más grande en la vida. Y claro, la despedida es el trámite inevitable y despendolado antes de llegar a ese día inolvidable.

Es verdad que la mayoría de los filmes sobre el tema son basura infecta, comedietas de tres al cuarto con escasas excepciones (tal vez sólo una: La noche de los maridos de Delbert Mann). Ahora se estrena Resacón en Las Vegas, tras un éxito espectacular en EEUU y toda una sorpresa aunque nos temíamos lo peor por el título, por el tema y porque todas las películas que se desarrollan en Las Vegas tienen tufillo a publicidad encubierta de la ciudad del juego y el vicio.

Cuatro amigos (en realidad tres más un invitado algo indeseable) se marchan de fin de semana para celebrar una despedida. Hasta aquí todo ya visto una y mil veces. La novedad: se despiertan la mañana siguiente con sorpresas muy desagradables en la habitación del hotel sin que ni ellos ni nosotros sepamos qué ha pasado. A partir de este momento comenzará una lucha contrarreloj para reconstruir lo sucedido. Con una estructura original, con gags sensacionales, y con un guión que tiene muy claro que su “core target” son hombres de 25 a 45 años (y a ellos se dirige acertando de pleno), la película demuestra que la renovación en la comedia USA es plena y está llena de grandes talentos. Dos horas de diversión como no recordábamos para terminar con unos títulos de crédito finales excepcionales que nos revelan las últimas y descacharrantes claves de esa noche misteriosa.

Para no perdérsela, especialmente si estáis en el “core target”.

domingo, 16 de agosto de 2009

Despedidas


Despedidas ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa este año superando a la favorita en todas las quinielas, la israelí Vals con Bashir (básicamente era favorita porque quiénes hacían las quinielas sólo habían visto ésta). Tras el estreno de ambas en España, analicemos algunos motivos que pudieron llevar a la academia a esta decisión:

1. Sabemos que el lobby judío es muy poderoso y tal vez no le gustó la crítica descarnada de Vals con Bashir. Esta sería la explicación más políticamente correcta en estos lares tan antisionistas. Yo me quedo con que la película, pese a su originalidad, también era bastante aburrida.
2. Despedidas es japonesa y ya tocaba un Oscar para oriente. El cine que llega de Taiwán, China, Filipinas o Japón se cuenta entre el más vanguardista y aplaudido por los críticos más modernos, pero filmes que han triunfado en los festivales como Deseando amar, El sabor de la sandía, Old Boy o La boda de Tuya han sido sistemáticamente ninguneados por Hollywood.
3. Mientras las películas citadas podían ser incómodas, de violencia extrema o directamente incomprensibles, Despedidas es clásica y bonita, incluso hay una larga escena en la que, sin venir a cuento, el protagonista toca un solo de chelo en un hermoso y verde campo.
4. La coartada japonesa permite alabar y dar premios a un dramón lacrimógeno que, si procediese de otros lares, sería calificado de pornografía sentimental. Aunque en su primera parte, muy superior a la segunda, juega un poco con la comedia y la peripecia de un músico fracasado que para sobrevivir debe trabajar amortajando muertos, hacia el final se desboca utilizando las técnicas más deplorables para provocar la lágrima fácil.

En definitiva, Hollywood premia a Oriente por una apuesta cercana a un “Estrenos TV” de la sobremesa, muy lejos de la radicalidad de la mayoría de los filmes que nos llegan desde allí. Más madera para criticar el Oscar a la película extranjera, cada vez más devaluado.

martes, 11 de agosto de 2009

Arrástrame al infierno


Tras rodar las tres partes de Spiderman y forrarse, Sam Raimi vuelve a dónde más nos gusta. A estas alturas y con permiso del hombre araña, sus mejores películas siguen siendo Posesión Infernal (toda una pasada del terror más gore rodada con tres duros), su continuación Terroríficamente Muertos, y la muy diferente Un plan sencillo, un gran estudio sobre la avaricia.

Ahora regresa al terror puro con esta gozada que es Arrástrame al infierno. Aunque no se atreve a volver a los extremos de sus inicios y los fans del género echamos de menos más casquería, Raimi relaciona la crisis hipotecaria con maldiciones y fenómenos paranormales para regalarnos casi dos horas de ironía desarmante (ese inicio con los trepas peleándose en la oficina bancaria por el puesto vacante) y de momentos realmente antológicos como la visita a la sucursal de la genial y repulsiva vieja interpretada por Lorna Raver y el suplicio que se inicia para el repelente personaje de Alison Lohman.

Pese a algún innecesario coqueteo con el romance juvenil más empalagoso tan de moda en la era Hannah Montana/Crepúsculo/Jonas Brothers, el contundente final de Arrástrame al infierno nos recuerda que Raimi es todo un referente del mejor terror de las últimas décadas. Lástima que ahora ruede, tentado por el vil metal, Spiderman 4.