domingo, 24 de mayo de 2009

Las Reinas en el Cine


Isabel, los años dorados, es la última contribución del Hollywood a la glorificación de la monarquía (bueno, al menos de la inglesa) Se trata de una secuela (aunque no se podía titular Isabel II) de una celebrada versión sobre los primeros años como soberana de la llamada Reina Virgen, aquella que intentó sustituir el culto a María y elevarse ella misma a los altares aunque para ello debiese renunciar al amor. Predecesora, por tanto, de profesionales actuales que se dedican casi en exclusiva al trabajo aunque para ello deban sacrificar su vida familiar.
Otros paralelismos con la actualidad: Ella, liberal y tolerante, defiende lo que ahora llamaríamos “el modo de vida americano” frente al fanatismo representado por Felipe II, o sea, ahora los moros. En fin, la hagiografía, el esquematismo, el maniqueísmo, el absurdo histórico (patético Jordi Mollá como el rey español) campan a sus anchas en esta película dirigida curiosamente por un hindú, Shekhar Kapur, que parece adorar al imperio británico pese a las tropelías que cometió en su país.

Al final, Isabel, los años dorados, es una excusa para recordar otras películas con reina. Por orden de reinado:

Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz): Una de las reinas más antiguas que ha retratado el cine utilizó algunas armas de mujer para conquistar, al menos en la cama, el Imperio Romano. En su día los escándalos sobre el sueldo de Elizabeth Taylor (“mi trabajo no vale tanto, pero si hay tontos que lo pagan yo lo cobraré”), su tormentosa relación con Richard Burton y la quiebra de la Fox por los gastos desmedidos ocultaron en parte la gran calidad del trabajo de Mankiewicz. Ni los anacronismos ni los errores históricos ensombrecen un gran espectáculo de 4 horas que pasan volando.

Locura de amor (Juan de Orduña): Juana I de Castilla, o sea, Juana la Loca era la protagonista de este desmelado melodrama con el que la roja Aurora Bautista, máxima estrella entonces de la galaxia cinematográfica franquista, se eternizó en las carteleras y provocó ríos de lágrimas en una España que necesitaba droga dura para soportar los rigores de la posguerra. Fernando Rey como Felipe el Hermoso, Jorge Mistral y Sarita Montiel (“una mala que está muy buena” dijeron las crónicas de la época) completaban el plantel de una película llena de excesos y hoy totalmente desfasada, aunque con cierto encanto desde una perspectiva petarda.

La vida privada de Elizabeth y Essex (Michael Curtiz): La reina más hollywodiense es interpretada aquí por la genial Bette Davis, que le da un aire de bruja despiadada que seguramente está muy cerca de la realidad. El padre de Isabel I, Enrique VIII, y su prima, María Estuardo, han sido también protagonistas de numerosos títulos, ya que quizá estamos ante la época histórica que más ha interesado al cine.

La reina Cristina de Suecia (Rouben Mamoulian): Una inaccesible Greta Garbo protagonizaba este drama romántico que durante una época TVE ponía un mes sí y otro también. Ahora prefieren Pretty Woman, pero yo me quedo con la divina Garbo de la que nunca se sabe si está profundamente enamorada o pensando en la decoración de la sala de banquetes. Frente a ella, John Gilbert como su enamorado completaba un clasicazo con imágenes que se quedan grabadas pese a que no haya envejecido demasiado bien.

Sissi (Ernst Marischka): Todo un modelo para generaciones de niñas y mayores que han soñado con encontrar a su príncipe azul y casarse como princesitas, la falseada y edulcorada historia de la esposa del Archiduque Francisco Fernando conoció hasta dos secuelas de singular éxito. Al visitar Austria no cesan las referencias a la auténtica personalidad de Isabel, frívola y frustrada por un matrimonio forzado que ella no deseaba. Pese a todo, en los palacios vieneses sólo se habla de esta reina, como si no hubiese habido otra. Impresionante el poder del cine sobre el imaginario colectivo.

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