lunes, 21 de septiembre de 2009

Gordos


En su esperada segunda película, Daniel Sánchez Arévalo confiesa que se ha inspirado en Magnolia y en Happiness, nada menos que dos de las más grandes películas que se han rodado del subgénero Vidas Cruzadas, que inauguró oficialmente Robert Altman pero que ya tenía ilustres antecedentes en alguna película clásica.

De Magnolia parece tomar los excesos que presiden toda la película: Exceso de metraje, exceso de verborrea, historias excesivamente alargadas, música excesiva cuando no es necesaria. De Happiness intenta tomar la vena gamberra y transgresora: El gay que aparentemente se vuelve hetero, la pareja ultra religiosa con problemas para disfrutar de su vida sexual, la familia supuestamente feliz en su gordura que esconde variados malos rollos, la mujer que tapa su fracaso amoroso forrnicando con el primero que pilla.

Lamentablemente, el director no maneja como sus colegas americanos el circo de cinco pistas que construye y no consigue ni emocionar, ni incomodar ni hacer reír a costa de la desgracia ajena tanto como pretende.

En Azuloscurocasinegro ya se apuntaba la tendencia al exceso de Sánchez Arévalo. Allí conseguía controlarse y lograba una de las películas más interesantes de los últimos años. En Gordos, sigue demostrando que es uno de los directores más talentosos de la actualidad, con capacidad para generar historias y fórmulas narrativas insólitas en el cine español, pero su escasa capacidad de síntesis y lo confuso de los objetivos de la historia arruina en parte una película desigual, a ratos estimulante pero otras veces agotadora y que desemboca en un desastroso desenlace que nos hace dudar sobre qué quería contarnos exactamente. Seguramente ni él lo tiene muy claro.

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