sábado, 30 de mayo de 2009

STAR TREK XI


Nadie sabe explicar el porqué del éxito de Star Trek. Cinéfilos, antropólogos, estudiosos de la historia de la televisión… Con sólo tres temporadas en antena y un éxito discreto, posteriormente nada menos que 11 películas de cine (casi todas con recaudaciones mediocres) y nuevas temporadas de la serie, con antiguos y nuevos personajes, han continuado la historia, ampliado su peculiar mitología y se han eternizado en el imaginario colectivo con presencia incluso en las últimas elecciones vascas.

¿Cuál es el secreto? ¿Tal vez alienígenas venidos de otras galaxias escribieron los guiones originales para enganchar a todos los de su raza que, infiltrados en la Tierra, se reúnen de vez en cuando con la excusa en esas absurdas convenciones “trekkies” aunque sus auténticas intenciones sean colonizar nuestro planeta? ¿Puede ser que importantes intereses masónicos se encuentren tras las tramas de la saga? ¿O se trata sólo de otra maniobra de distracción del Gran Hermano?

Cualquiera que sea la respuesta, en ningún momento me he sentido atraído por toda la parafernalia de Kirk, Spock y demás. Jamás he visto la serie ni sus continuaciones aunque sí varias de las películas. La primera, firmada nada menos que por Robert Wise, era un curioso producto que nació tras el éxito de La Guerra de las Galaxias pero que poco o nada tenía que ver con ésta y que poco o nada se benefició de la fiebre generada por Lucas. Si éste nos arrastraba a dos horas de acción sin respiro, de aventura tras aventura, Star Trek nos proponía una extraña mezcla de filosofía y parafernalia espacial cercana al Isaac Asimov más aburrido. En las 9 películas que siguieron hubo de todo: Desde la más apreciada por los fans y quizá la más interesante por su falta de pretensiones y espíritu de serie B (La ira de Khan), hasta el delirio ecologista de Misión: Salvar la tierra, pasando por auténticos bodrios.

Ahora, J.J. Abrams, en su infinita listeza, se pasa a los personajes y a todas las tramas hasta ahora contadas por el arco del triunfo para hacer lo que a él le da la gana: Un cruce entre Perdidos, El imperio contraataca y uno de esos subproductos para adolescentes tan de moda en los que el protagonista es raro, rebelde e inadaptado pero mola mucho, está muy bueno y acaba siendo un héroe. En fin, aunque el título remita a la serie de culto, a él le interesa más el taquillazo y hacer guiños a los zumbados que estamos enganchados a la locura de Perdidos (ojo porque el viaje en el tiempo de algunos personajes hace que se genere una línea temporal alternativa… ¿Tal vez lo que sucederá también en la sexta temporada de una de las series más retorcidas de la historia de la televisión?)

El resultado: De lo más entretenido y destinado a generar nuevas secuelas que tal vez lleven la saga a eternizarse por los siglos de los siglos.

domingo, 24 de mayo de 2009

Las Reinas en el Cine


Isabel, los años dorados, es la última contribución del Hollywood a la glorificación de la monarquía (bueno, al menos de la inglesa) Se trata de una secuela (aunque no se podía titular Isabel II) de una celebrada versión sobre los primeros años como soberana de la llamada Reina Virgen, aquella que intentó sustituir el culto a María y elevarse ella misma a los altares aunque para ello debiese renunciar al amor. Predecesora, por tanto, de profesionales actuales que se dedican casi en exclusiva al trabajo aunque para ello deban sacrificar su vida familiar.
Otros paralelismos con la actualidad: Ella, liberal y tolerante, defiende lo que ahora llamaríamos “el modo de vida americano” frente al fanatismo representado por Felipe II, o sea, ahora los moros. En fin, la hagiografía, el esquematismo, el maniqueísmo, el absurdo histórico (patético Jordi Mollá como el rey español) campan a sus anchas en esta película dirigida curiosamente por un hindú, Shekhar Kapur, que parece adorar al imperio británico pese a las tropelías que cometió en su país.

Al final, Isabel, los años dorados, es una excusa para recordar otras películas con reina. Por orden de reinado:

Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz): Una de las reinas más antiguas que ha retratado el cine utilizó algunas armas de mujer para conquistar, al menos en la cama, el Imperio Romano. En su día los escándalos sobre el sueldo de Elizabeth Taylor (“mi trabajo no vale tanto, pero si hay tontos que lo pagan yo lo cobraré”), su tormentosa relación con Richard Burton y la quiebra de la Fox por los gastos desmedidos ocultaron en parte la gran calidad del trabajo de Mankiewicz. Ni los anacronismos ni los errores históricos ensombrecen un gran espectáculo de 4 horas que pasan volando.

Locura de amor (Juan de Orduña): Juana I de Castilla, o sea, Juana la Loca era la protagonista de este desmelado melodrama con el que la roja Aurora Bautista, máxima estrella entonces de la galaxia cinematográfica franquista, se eternizó en las carteleras y provocó ríos de lágrimas en una España que necesitaba droga dura para soportar los rigores de la posguerra. Fernando Rey como Felipe el Hermoso, Jorge Mistral y Sarita Montiel (“una mala que está muy buena” dijeron las crónicas de la época) completaban el plantel de una película llena de excesos y hoy totalmente desfasada, aunque con cierto encanto desde una perspectiva petarda.

La vida privada de Elizabeth y Essex (Michael Curtiz): La reina más hollywodiense es interpretada aquí por la genial Bette Davis, que le da un aire de bruja despiadada que seguramente está muy cerca de la realidad. El padre de Isabel I, Enrique VIII, y su prima, María Estuardo, han sido también protagonistas de numerosos títulos, ya que quizá estamos ante la época histórica que más ha interesado al cine.

La reina Cristina de Suecia (Rouben Mamoulian): Una inaccesible Greta Garbo protagonizaba este drama romántico que durante una época TVE ponía un mes sí y otro también. Ahora prefieren Pretty Woman, pero yo me quedo con la divina Garbo de la que nunca se sabe si está profundamente enamorada o pensando en la decoración de la sala de banquetes. Frente a ella, John Gilbert como su enamorado completaba un clasicazo con imágenes que se quedan grabadas pese a que no haya envejecido demasiado bien.

Sissi (Ernst Marischka): Todo un modelo para generaciones de niñas y mayores que han soñado con encontrar a su príncipe azul y casarse como princesitas, la falseada y edulcorada historia de la esposa del Archiduque Francisco Fernando conoció hasta dos secuelas de singular éxito. Al visitar Austria no cesan las referencias a la auténtica personalidad de Isabel, frívola y frustrada por un matrimonio forzado que ella no deseaba. Pese a todo, en los palacios vieneses sólo se habla de esta reina, como si no hubiese habido otra. Impresionante el poder del cine sobre el imaginario colectivo.