lunes, 28 de septiembre de 2009

Malditos Bastardos


A quién tenga dudas sobre si acercarse al cine a ver Malditos Bastardos tal vez le sean de utilidad las siguientes advertencias:

1. Ni Brad Pitt ni su grupo de salvajes cazadores de nazis son los protagonistas como sugiere el título y la promoción de la película. Como en toda la obra del director, estamos ante un filme coral en el que la venganza juega un papel fundamental, y en el que Aldo Raine (Pitt) es un peón (secundario) más.
2. Espíritus sensibles y fácilmente impresionables, abstenerse. La violencia marca Tarantino brilla como siempre o tal vez como nunca, surgiendo desbocada en lo que en un principio podría parecer una narración más clásica y menos violenta. La sangre y los sesos, en primer plano.
3. Quién busque una película de acción, que vaya a otra sala del centro comercial. Quién busque un análisis histórico, que se compre un libro. Aquí se compone un inteligentísimo ejercicio de reinvención de la historia y la acción está más en los excepcionales y largos diálogos marca de su autor que en mamporros o persecuciones.
4. Amantes de las versiones originales, olvidaros de practicar vuestro upper intermediate level, el 90% de la película es en francés y en alemán.
5. Cinéfilos, cinéfagos y demás frikis, bienvenidos al festín de citas inagotables: De G.W. Pabst a Leni Riefenstahl, pasando por Enzo Castellari, King Kong, Sergio Leone, Karl May, Dario Argento o ese final que remite directamente al Ser o No Ser de Lubitsch. Más eclecticismo, imposible.

A pesar de que por todo lo anterior y por sus dos horas y media de duración se trata de una película anticomercial, Quentin Tarantino ha conseguido de nuevo llenar las salas (aunque muchos se pasen bostezando todo el tiempo), demostrando que es el director-estrella por excelencia y que sabe vender muy bien sus productos.

Malditos Bastardos no es la mejor película de Tarantino aunque está muy cerca de serlo. La tendencia a la dispersión (rompiendo de forma absurda, por ejemplo, el clímax final), y el abuso que de su propia genialidad hace el director hacen que se resienta el conjunto cuando paradójicamente cada capítulo es una pequeña obra maestra que se alarga demasiado como para conseguir un todo coherente. Pero deslumbra ese inicio propio de un spaghetti-western, absorbe la escena de la taberna y apasiona el desenlace en un cine parisino.

Y qué decir de las músicas que nos regala (esa canción de David Bowie mientras la vengadora ultima su plan vestida de rojo… uf) o del reparto en estado de gracia (desde Melanie Laurent como Shosanna -¿de dónde saca este hombre esos nombres tan… adecuados?– a un Chistoph Waltz que desde ya está en la galería de grandes villanos del cine). En definitiva, aunque Tarantino siempre lo podrá hacer mejor, este genio del cine actual está a años luz de la mayoría de lo que puede verse en la cartelera. Pero no os olvidéis de revisar los 5 puntos de arriba antes de decidir si ir a verla, importante si no queréis pasaros la película bostezando y molestando al de al lado que tal vez esté disfrutando con sus ingeniosos diálogos y su desarmante fuerza visual.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Distrito 9


La relación entre ciencia-ficción y metáfora política o social siempre ha estado presente en el cine. Si durante la Guerra Fría los extraterrestres simbolizaban la temida invasión soviética, según Spielberg estos seres eran una oportunidad para la humanidad de conocer y confraternizar con otras culturas (suena pedante, pero ¿Qué eran ET y Encuentros en la Tercera Fase sino pastelitos tiernos del buenrrollismo interespacial?). El propio Spielberg, con los años, se dio cuenta que si los hombres se llevaban tan mal entre ellos, yendo directos a la autodestrucción, no había posibilidades de paz con otros planetas y de ahí surgió La Guerra de los Mundos.

Ahora, Distrito 9 nos propone una parábola muy obvia sobre el racismo vigente en Sudáfrica, pero esto no es lo más destacado de la película. Un guión inusualmente sinuoso, nos lleva con buen pulso por un callejeros de la marginalidad extraterrestre, un vivir cada día en la favela alienígena. Con constantes y desconcertantes giros, el mayor valor de la primera película de Neill Blomkamp está en su originalidad narrativa y en su capacidad para enganchar a costa de sorprender con una historia planteada de forma poco habitual en el género.

En el lado negativo, el aspecto visual resulta cargante. Con un estilo muy Michael Bay, los planos apenas duran 30 segundos. Confundir montaje sincopado con acción está muy de moda, lo que sin duda incrementa la venta de aspirinas en las farmacias cercanas a las salas. Aunque quizá el mayor error de Blomkamp está en esos extraterrestres con los que resulta imposible empatizar, una especie de gambas gigantes que emiten sonidos absurdos, de aspecto repugnante, que el director quiere que acaben resultando cercanos para el espectador y no lo consigue en absoluto. En cualquier caso, tras el taquillazo, tenemos gambas o lo que sean para rato en las continuaciones que ya se preparan.

Gordos


En su esperada segunda película, Daniel Sánchez Arévalo confiesa que se ha inspirado en Magnolia y en Happiness, nada menos que dos de las más grandes películas que se han rodado del subgénero Vidas Cruzadas, que inauguró oficialmente Robert Altman pero que ya tenía ilustres antecedentes en alguna película clásica.

De Magnolia parece tomar los excesos que presiden toda la película: Exceso de metraje, exceso de verborrea, historias excesivamente alargadas, música excesiva cuando no es necesaria. De Happiness intenta tomar la vena gamberra y transgresora: El gay que aparentemente se vuelve hetero, la pareja ultra religiosa con problemas para disfrutar de su vida sexual, la familia supuestamente feliz en su gordura que esconde variados malos rollos, la mujer que tapa su fracaso amoroso forrnicando con el primero que pilla.

Lamentablemente, el director no maneja como sus colegas americanos el circo de cinco pistas que construye y no consigue ni emocionar, ni incomodar ni hacer reír a costa de la desgracia ajena tanto como pretende.

En Azuloscurocasinegro ya se apuntaba la tendencia al exceso de Sánchez Arévalo. Allí conseguía controlarse y lograba una de las películas más interesantes de los últimos años. En Gordos, sigue demostrando que es uno de los directores más talentosos de la actualidad, con capacidad para generar historias y fórmulas narrativas insólitas en el cine español, pero su escasa capacidad de síntesis y lo confuso de los objetivos de la historia arruina en parte una película desigual, a ratos estimulante pero otras veces agotadora y que desemboca en un desastroso desenlace que nos hace dudar sobre qué quería contarnos exactamente. Seguramente ni él lo tiene muy claro.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Anticristo


En el último festival de Cannes esta película generó una gran polémica por lo supuestamente provocador de su propuesta y consiguió el premio a la mejor actriz para su protagonista, Charlotte Gainsbourg. Realmente Lars Von Trier aspiaraba a llevarse la Palma (al más bestia) ya que se considera el mejor director de la actualidad.

Lamentablemente Von Trier no juega a fondo sus cartas y se queda a medias en todo: Quiere hacer una película de terror pero sólo en la parte final consigue realmente inquietar; quiere ser muy gore y extremo pero las dos escenas más repugnantes (en una incluso remite al famoso corte del ojo de Buñuel) están como un pegote; quiere ser Bergman, psicoanalizar los abismos de la locura y atacar virulentamente las técnicas psiquiátricas y lo más que consigue es aburrir y saturar con la histeria de la protagonista.

Sabemos que el director está gravemente enfermo del coco (así lo reconoce él mismo) y eso se nota cada vez más en sus películas. El desbarre mental a veces provoca obras maestras y Von Trier ya lo demostró anteriormente (Bailar en la oscuridad, Rompiendo las olas, Los idiotas) pero en este caso nos hace añorar la fuerza narrativa y el desasosiego de El Resplandor (de la que Anticristo es deudora en su argumento) y lamentar que el poderío visual (ese arranque tremebundo, las escenas que remiten a El Bosco) no se haya visto acompañado por mayor coherencia en el guión y por una historia rompedora y radical, pero de verdad, reivindicando el terror como el gran género que es, no escondiéndolo en una sesión de terapia barata.