
A los hermanos Coen les gusta desconcertar, o sólo así se puede explicar su pasión por dar giros de 180 grados de película en película. Tras un inicio prometedor con ecos del mejor cine negro (Sangre Fácil) se pasaron a la comedia desconcertante y surrealista (Arizona Baby). Después de filmar dos obras maestras (Muerte entre las flores y Barton Fink) nos dejaron de piedra con una rareza como El gran salto. Dieron en la diana con Fargo, pero posteriormente estuvieron años rodando todo tipo de irregulares divertimentos, desde una adaptación de Homero (O Brother!) hasta un infumable vehículo para el lucimiento de Clooney y Zeta Jones (Crueldad Intolerable).
Tras el Oscar por No es país para viejos y después de la comedieta con estrellas (Quemar después de leer) su nueva propuesta es Un tipo serio. Da la impresión de que, otra vez, quieren desconcertar. Con un reparto desconocido (según ellos no hubo dinero para más, increíble tras conseguir el premio gordo de la industria), la historia de un profesor judío está contada con una parsimonia que se diría provocadora. Con tintes kafkianos y supuesta autocrítica (?) a la sociedad judía a la que pertenecen, la hora y media de metraje pesa como una losa entre desconcertantes giros que nos hacen dudar sobre qué narices nos quieren contar esta vez.
Hay quiénes dicen que los Coen son un fraude sobrevalorado. No lo comparto, pero he de reconocer que cuando quieren provocar pueden ser exasperantes. Con lo bien que les salen las películas con narraciones clásicas y argumentos sólidos, da rabia que nos torturen con marcianadas como ésta.
Tras el Oscar por No es país para viejos y después de la comedieta con estrellas (Quemar después de leer) su nueva propuesta es Un tipo serio. Da la impresión de que, otra vez, quieren desconcertar. Con un reparto desconocido (según ellos no hubo dinero para más, increíble tras conseguir el premio gordo de la industria), la historia de un profesor judío está contada con una parsimonia que se diría provocadora. Con tintes kafkianos y supuesta autocrítica (?) a la sociedad judía a la que pertenecen, la hora y media de metraje pesa como una losa entre desconcertantes giros que nos hacen dudar sobre qué narices nos quieren contar esta vez.
Hay quiénes dicen que los Coen son un fraude sobrevalorado. No lo comparto, pero he de reconocer que cuando quieren provocar pueden ser exasperantes. Con lo bien que les salen las películas con narraciones clásicas y argumentos sólidos, da rabia que nos torturen con marcianadas como ésta.