viernes, 22 de enero de 2010

La Cinta Blanca


Lo primero que sorprende de La cinta blanca es el clasicismo de su puesta en escena. Viniendo de un director tan agresivo en sus propuestas (Funny Games, Código desconocido), es chocante encontrarse con un “look” que casi parece salido de una adaptación british de algún libro de E.M. Forster. Sin embargo, ese blanco y negro inmaculado ya nos advierte de las intenciones de mostrar contrastes agresivos.

Con referencias tan dispares como el terror de El pueblo de los malditos o la denuncia del fanatismo luterano tan habitual en Ingmar Bergman, la última ganadora del Festival de Cannes nos muestra con un impresionante poder de sugestión los efectos de la mala educación, suave en las formas pero brutalmente represiva y de una violencia soterrada pero espeluznante. Al final, no estamos tan lejos de La Pianista, pues poco se nos muestra directamente, pero lo que vemos nos aterra y nos sugiere todo lo que se esconde tras esas formas exquisitas y esos sentimientos y pasiones amordazados, literalmente atados a las patas de la cama.

Mucho se ha hablado sobre las referencias que contiene a la génesis del nazismo, ya que los niños del año 1916 serían los adultos que desencadenarían la locura en los años 30. Sin embargo, sabemos por Bergman que en Suecia no andaban muy lejos de esta brutalidad en el modelo educativo y sin embargo no fue la cuna de Hitler. Muchos otros factores influyeron en que esa sociedad, corrompida y resentida, llegase a una de las cimas de autodestrucción de la historia de la humanidad.

Ningún amante del gran cine debería perderse La cinta blanca que con una exquisita belleza formal, nos asoma a los abismos más oscuros de la condición humana. Escenas tan aparentemente formales pero de brutalidad extrema como el diálogo entre el médico y la comadrona sobre el futuro de sus relaciones, son absolutamente memorables y formarían un díptico imprescindible con la que ya ha sido saludada como una de las cumbres de la literatura del Siglo XXI, Las Benévolas de Jonathan Littel. Ambas, nos ayudan a comprender qué pasaba en esas sociedades, austríaca y alemana, para alumbrar el huevo de la serpiente y cómo la población y el ejército terminaron por adaptarse con resignación a la locura en la que sus dirigentes embarcaron al mundo.

2 comentarios:

  1. Joder! Tienes de perfil la foto de quien tal vez sea mi director favorito. Hace poco la tuve puesta de cabecera en mi blog. Me ha llamado la atención. Un saludo.

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  2. El mundo al final es muy pequeño... Y supongo que no somos los únicos a los que les gusta King Vidor, aunque puede en unos años esto sea una rareza inconfesable.

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