
Cormac McCarthy consiguió con esta novela una rara unanimidad. Sus historias fronterizas tienen una prosa espectacular y una impagable galería de personajes pero pueden llegar a resultar agotadoras por los excesos que acumulan. En cambio, La Carretera se convierte rápidamente en uno de los libros favoritos de casi todos los que la leen. Breve, espeluznante y con aparente economía de recursos, consigue estremecer. Con una narración seca nos deja literalmente congelados. Frases escuetas, que no necesitan exceso de adjetivos ni de palabras pero que lo dicen todo.
Su adaptación al cine ha tenido una desarrollo tortuoso: Un rodaje que se adivina muy difícil, un resultado en el que los productores no parecían confiar cuando colaron en el tráiler imágenes de catástrofes naturales más propias de una película tipo 2012, los enfrentamientos entre el director y el protagonista, la ausencia de premios y candidaturas para una película que aspiraba a muchos Oscars…
La verdad es que con el material de partida con el que contaban y con tanto talento en el equipo artístico, era difícil hacer una mala película. Y La Carretera no lo es. Pero si la novela es absolutamente rupturista, revolucionaria en la forma y el fondo, el director John Hillcoat ha optado por la mera ilustración. Ni siquiera ha tenido que recortar nada dada la brevedad del texto.
Las mejores adaptaciones aprovechan otros lenguajes para aportar algo al original. Aquí se podían haber añadido personajes, se podía haber cambiado el final. Pero no, se ha optado por una fidelidad algo irritante. La historia es estremecedora, así que impactará a quiénes no la conozcan. Mientras, los fans de MacCarthy recomendaremos el libro y constataremos que Hillcoat es un gris artesano. Y que sólo el trabajo de los actores (en especial Mortensen, que parece no haberse lavado en años para meterse en el papel) y la excelente fotografía hacen olvidar en parte la decepción de los que esperábamos mucho más.