martes, 16 de noviembre de 2010

Tamara Drewe

Stephen Frears parece empeñado en dar una de cal y otra de arena. A la apasionante La Reina siguió Cheri, intrascendente ejercicio que parecía un autohomenaje a su obra maestra absoluta, Las amistades peligrosas. Ahora, suma a su irregular filmografía una desconcertante comedia con tintes intelectuales e interés variable.

Variable porque a una primera parte aburrida que sólo provoca bostezos y estupefacción (esa idílica comunidad poblada de escritores, el improbable concierto con precipitado final, la llegada de Tamara narrada con increíble desgana) le sigue una divertida e inesperada segunda mitad, en la que se precipitan los acontecimientos, los cotilleos y los enredos hasta llegar a un excelente final.

Como divertimento no está nada mal (superados los 45 minutos iniciales sin echar una cabezada) aunque de Frears siempre esperamos más.

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