martes, 27 de septiembre de 2011

No habrá paz para los malvados

A Enrique Urbizu le encantan los ambientes turbios de los bares cutres de tragaperras siniestras, cubatas baratos y rayas furtivas en el baño, de los puticlubs de carretera y de los personajes fracasados que buscan consuelo en el alcohol o en el sexo de pago. Desde su ya lejano debut en Todo por la pasta hasta este último y rimbombante titulo, los temas se repiten aunque con calidad dispar.

Si su mejor película hasta la fecha es La Caja 507, en No habrá paz para los malvados se propone un tour de force de originalidad, con un thriller que juega a sugerir más que a mostrar y a exigir al espectador que interprete lo que ve sin darle demasiadas explicaciones.

La jugada le sale mal, ya que lo que quiere ser original se convierte en aburrido, confuso y falto de interés. Sólo la fuerza de José Coronado y de un arranque poderoso se salvan de la quema en un metraje excesivo lleno de personajes desdibujados y absolutamente prescindibles.

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