lunes, 28 de junio de 2010

Yo soy el amor (Io sonno l'amore)


Algunos han hablado hasta de El Gatopardo al escribir sobre lo último de Luca Guadagnino. Sorprendía porque su currículo no es nada brillante (lo último, la adaptación del libro-escándalo Melissa P), pero tras ver la película directamente las comparaciones ofenden.

El retrato de una rica familia milanesa comienza con atención a detalles como la mantelería o los cubiertos de la cena. Luego descubrimos que la supuesta crítica social llega a través de la reprimida protagonista, asfixiada en su vida contemplativa de las vajillas, que se lanza al folleteo loco con un barbudo que pasaba por allí.
Pretendidamente preciosista, ambiciosa en sus referentes (incluso parece apuntar hacia Madame Bovary), Yo soy el amor acaba cayendo en el más espantoso de los ridículos y en un amaneramiento formal que provoca carcajadas: Desde la persecución por San Remo y el orgasmo campestre en el que los protagonistas son los insectos (!) hasta ese tremendo final con un entierro en el que se desata una tormenta que hace llorar a las estatuas (?) mientras una paloma vuela en el interior del mausoleo.

La música, lo forzado de la puesta en escena, la sobreactuada Tilda Swinton… Todo parece indicar que el director se cree un gran artista que maneja una historia trascendente cuando el resultado sólo consigue sonrojar. Nos queda, eso sí, el divertimento de ver cómo la cirugía ha convertido a la sexagenaria Marisa Berenson (foto inferior a la izquierda) casi en gemela de la últimamente de moda Vera Farmiga (Up in the air, foto inferior derecha).

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