martes, 12 de octubre de 2010

Enterrado (Buried)

Recibida con loores nada menos que hitchcockianos, la película de Rodrigo Cortés ha despertado un sospechoso consenso mediático sobre la “angustia” que provoca o “las caras de terror de los espectadores” en la sala.

El anterior trabajo de Cortés, Concursante, era una exótica rareza que en parte predecía la crisis que se nos venía encima a través de una trama desconcertante que prometía sobre el papel pero que en la pantalla nos dejaba estupefactos por su falta de medida y por un desastroso guión.

Ahora, con propaganda grandilocuente que remite a Náufragos y declaraciones del director hablando de su intención de rodar Con la muerte en los talones en una tumba, se nos presenta una historia no apta para claustrofóbicos, bien rodada y con la simpatía que siempre despiertan los productos de serie b.
Pero un desarrollo algo cansino que la convierte en veneno para la taquilla (aunque redactores mal informados hablan de muchas copias en el estreno en EEUU, la cruda realidad es una mísera recaudación de 100.000$), la confusión anti-climática en alguna de sus escenas (la falta de luz frustra el momento serpiente que debería habernos dejado clavados en la butaca), un final pese a todo previsible y un terrible doblaje de esos que abundan actualmente con voces desquiciadas entre las que destaca ese secuestrador que suena realmente ridículo, frustran el objetivo de convertir esta agradable (o desagradable, según se mire) miniatura en un hito del género.
Imposible compararla con CSI-Peligro Sepulcral de Tarantino o con la antológica escena de Kill Bill 2.

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