
En la película se esconde tras un juego de falsas identidades
y nos propone una sugestiva farsa a través del relato de Thierry Guetta, personaje polifacético que comienza grabando en vídeo la fiesta familiar cual dominguero para acabar siendo un cotizadísimo artista deseado por todos los coolhunters del, tan ridículo a veces, mercado del arte.
Banksy utiliza a Guetta tal vez para contar su propia historia, tal vez para engañarnos, tal vez para denunciar lo sencillo que puede ser convertirse en un fraude aplaudido por medio mundo. Se atrevió a colgar sus obras en la Tate Gallery o ha hacer una increíble performance en Disneylandia (¿?), y ahora irrumpe en el mundo del cine para desconcertarnos y, a ratos, apasionarnos con la descripción de un ¿arte? efímero, callejero e ilegal.
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