domingo, 26 de diciembre de 2010

Balada Triste de Trompeta

Con unos títulos de crédito antológicos que, al ritmo de tambores de Semana Santa, nos conducen por un popurrí de imágenes que van de la España Negra a la cañí, de Franco a la Macarena, de la tele de Ibáñez Serrador al malo de Flash Gordon, del Cristo Yacente a Raphael, arranca lo último de Álex de La Iglesia, premiado como director y guionista por Tarantino en Venecia. No es casualidad.

El director consigue su película más impactante visualmente. Con escenas auténticamente sensacionales (el prólogo, la transformación en payaso de Carlos Areces cuando está preso, la canción en el cine, el desenlace en las alturas) y un dominio de la cámara del que pocos pueden presumir en España, se aleja a años luz de todo lo que se ha hecho este año por estos lares, en un tour de force de talento y personalidad.
Lástima que como suele pasar en todo su cine, la historia no sea redonda, y tenga demasiados altibajos sólo compensados por golpes de efecto que intentan atraer la atención sobre una trama mal desarrollada.

Metáfora de una España zarandeada por dos bandos que acaban por destrozarla o catálogo de recuerdos de una época para olvidar tamizados por una indiscutible capacidad para impactar, seguro que Balada Triste de Trompeta no dejará indiferente a nadie.

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